La ciudad brilla.
Cada persona la ilumina cuando se despierta.
Se levantan a las seis de la mañana,
con ganas de comerse el mundo
y se acuestan a las doce de la noche,
con ganas de vomitarlo.
Es entonces cuando todo se apaga,
ya no hay luz.
Yo soy una de esas personas.
Cuando todo se apaga,
lloro en silencio sin que nadie se dé cuenta.
No soy perfecta,
ni pretendo serlo,
escondo lo mejor de mí en un abismo.
Soy una imperfecta más en este siglo,
este siglo en el que todos quieren ser los mejores.
No les importa el daño que puedan causar.
Su faceta es más importante.
Sonríen,
cuando en realidad están llenos de heridas,
heridas que les mata.
Duele,
lo sé porque yo también tengo.
No quiero que la poesía sea mi escudo,
sino mi arma.