Se sentía muy cansado. Sabía que nadie reconocería el trabajo que había realizado una noche anterior. Sus compañeros se aprovecharon de cierta forma y él tuvo que terminar haciendo todo. Los odiaba muchísimo.
-Todavía que terminé yo haciendo todo ¡Los idiotas se atreven a insultarme!
Tuvo una pelea, dónde lo llamaron "niño" odiaba que lo llamaran así. Él era un adulto, y le costó muchísimo crecer emocionalmente como para que un tarado de sus compañeros viniera y le respondiera de esa manera. Cada vez se sentía más cansado. Dejó la computadora portátil a lado de su cama y se resignó a acostarse. Tenía privilegios. A pesar de que vivía en un lugar de clima cálido, y cómo la persona egoísta que solía ser algunas veces, decidió prender el aire acondicionado de su recámara y taparse con una cobija. Sólo le quedaban 5 horas para dormir, aunque para la clase de vida que llevaba eso ya era mucha ganancia.
Era raro, odiaba el frío porque casi siempre tenía frío, sin embargo dormía con el aire acondicionado prendido y se tapaba con su cobija al mismo tiempo. Odiaba la comida porque le ocasionaba malestar la mayoría del tiempo, aun así se daba sus atracones cuando tenía algo que comer en su casa, ya que habitualmente apenas tenía comida. Solo necesitaba electricidad, agua y su preciado internet donde habitaban sus efímeras compañeras irreales. Sus padres lo tenían abandonado.
Su aspecto era muy "común". Piel amarillenta, cabello negro, ojos almendrados y oscuros. Casi siempre llevaba la misma ropa. Se ponía nervioso la mayoría del tiempo, odiaba convivir con gente y a la vez anhelaba tener compañía, ser normal e ir a fiestas, tener pareja estable... Aunque era muy tranquilo, demasiado, cuando se enojaba explotaba a veces asustando a otros. Se dedicaba a vagar en lugares cerrados y oscuros como su casa o en el dormitorio del hospital donde no hubiese gente. A veces se drogaba cuando se ponía triste, otras veces regresaba en sí, consciente de que eso le traería problemas y después solo escribía o escuchaba música. Veía pornografía, la mayoría heterosexual, se masturbaba, y no era de extrañar que su comida favorita fuese la chatarra. Tenía que vivir en la realidad que le exigían, en la realidad del hospital en el que estudiaba y trabajaba.
-Es asqueroso trabajar en ese hospital, todos tienen mala cara, todos son unos imbéciles ¡Me joden por cualquier cosa!- decía mientras se encontraba recostado en su cama, a punto de dormir, sus pensamientos le dificultaban el descanso.
Su abuelo estaba muriendo, el único ser en el mundo que jamás le hizo daño en toda su vida y le mostró compasión, y el maldito trabajo del hospital no le permitía ir a visitarlo, irónicamente a otro hospital. El matrimonio de sus padres colapsaba, no tenía amistades por el momento. Uno de sus mejores amigos se encontraba internado en un psiquiátrico, el otro estaba muy ocupado con su pareja y teniendo sus propios problemas. La chica que era el amor de su vida, con quien había procreado un pequeño ser, se encontraba lejos de él, pues lo abandonó hace años. Esa chica prefería más a las drogas que a él. Para ella era fácil deshacerse de su pequeña cría, mientras que él tenía que trabajar y cuidarlo
-¿Qué pasará conmigo? ¿Qué pasará con mi familia?
A veces soñaba en encontrar una familia ideal a su manera.
Conocer a alguien que lo quisiera realmente. Recibirlo con una sonrisa, un abrazo. Que le preguntaran cómo había estado su día, y aunque fuera mentira, decir que estaba bien y regresarle el cariño. Alguien que lo recibiera con deliciosa comida casera, que lo aceptara con todo y sus errores. Y él, poder dar el amor que últimamente no se le daba la libertad de vivir. Sabía que si ni su propia madre tenía paciencia suficiente para cuidar a su pequeño hijo, mucho menos otra mujer, o incluso hombre, lo tendría. ¿Era acaso tanto el odio que la gente le tenía por haberse reproducido? Él solo quería sobrevivir.
-Ni las mujeres, ni los hombres son para mí. Quisiera tener compañía algún día... -Comenzó a llorar de nuevo
Y como por azar del destino, nadie sabrá jamás cómo ocurrió, escuchó una pequeña voz.
-Yo te quiero...
-¿Quién me está hablando? - comenzó a gritar nervioso y voltear a todas partes
-No te diré quién soy, me odiarás...
Aún continuaba buscando de donde provenía la voz, volteando a todos lados como un loco
-No voy a odiarte ¿Dónde estás?
-Me harás daño
-No lo haré, lo prometo...
-Me sacarás a golpes de tu casa
-Ya lo han hecho conmigo, jamás se lo haría a alguien...
-Me odiarás por mi aspecto, quizás te cause asco...
-No... no... ya lo han hecho conmigo -al decir esto recordó tantas cosas y secó sus lágrimas-
-Mira abajo por favor...
Mientras volteaba su cabeza hacia abajo, dirigiendo su mirada vacía al piso, se encontraba una pequeña cucaracha. Hambrienta, cansada, común, solitaria, oscura y temblorosa, como él...
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La Cucaracha Rancia
Short StoryLa venganza puede ser tan amarga como el sabor que permanece en la lengua al darle una mordida a una cucaracha, o dulce como las sobras que encuentras en casa de tus padres después de dos días de no haber comido.