Hace miles de años las antiguas civilizaciones estaban al tanto de las misteriosas entidades que decían llegar desde muy lejos, lugares inimaginables de alcanzar para el ser humano. Los emperadores entregaban oro a estos seres a cambio de conocimiento, conocimiento que quedaba plasmado en un conjunto de papiros y tinta negra formando figuras entendibles
El futuro llegó inesperadamente junto con la evolución y una revolución industrial la cual causó el destierro de estos seres al verse afectados por el cambio.
Saliendo de clases ellos llegaron directamente a patearme.
Pensé que sería como las otras veces, un insulto y un golpe, listo. Pero esta vez fue diferente. Ellos no pararon.
Era de noche y me encontraba en un sitio que no conocía al lado de un río y muchos árboles de por medio.
-Mi madre va a matarme... -Dije aterrado.
Recuerdo haberme levantado, viendo la luna en su máximo esplendor y un destello resaltando de aquel río, éste último, llamando mi atención.
Al fijar bien mi vista noté que ese objeto era un libro, es entendible, ¿Para qué necesitan un libro? Lo dejaría pasar marchándome lentamente. Me gustaría haber cometido eso, pero el libro captó mi atención más de lo deseado. Así que lo tomé y me fui a casa, queriendo ignorar el hecho de que éste no estaba para nada mojado y demasiado polvoso.
Al llegar a casa recibí una mirada enfadada y preocupada de mi madre, obviando de ésta subí a mi habitación.
Me senté en la cama y abrí el libro. En ese instante sentí un aturdimiento de sensaciones negativas.
No había nada, eran solo hojas en blanco.
Pensé que con esto se me quitaría la curiosidad, pero con ese hecho, mi curiosidad aumentó al punto de hojear cada hoja para toparme con un manuscrito que daba la indicación de necesitar algún sacrificio físico si quería saber todo el conocimiento que el libro contenía.
Tengo el sacrificio perfecto.
Al día siguiente saliendo de clases me fui a aquel misterioso lugar, mientras más me acercaba la intriga aumentaba, llegué al lado del río y simplemente me arrodillé en raros, extraños y filosos guijarros que lentamente se encajaban en mi piel, sintiendo el leve dolor de incrusta miento.
Pasaron alrededor de 8 horas.
Lo restante de la luz solar me permitía ver un poco mi estado. La sangre de mis rodillas escurría, se deslizaba pausadamente sobre las superficies rocosas hasta hacer contacto con el libro.
En ese instante, el compendio cambió, revelando así el texto que quería descifrar.
Miles de cosas inimaginables para el ser humano, seres mitológicos de cientos de décadas, ciudades y lugares totalmente desconocidos que asombraban al imaginarlos. Ahora el libro para mí, tenía un resplandor propio, a partir de ese momento, me sentí poderoso, superior a los demás. Estaba decidido a cortar cualquier relación con la sociedad.
A pesar de todo, se olvidaba de algo muy importante. Todo lo bueno tiene un precio que el tendría que pagar ciegamente.
Pasaron semanas y seguía leyendo el libro, las sorpresas nunca acababan, cada día aprendía nuevas cosas, criaturas, civilizaciones, nuevos lenguajes para mí, etcétera.
Lo llevaba a clases y al volver a casa lo leía de nuevo, mientras pasaban los días más interesante se me hacía. Todo hasta que una vez al volver de la escuela me quedé parado en medio de la calle en pleno atardecer.
- ¿A dónde voy? -. Mirando a mi alrededor me di cuenta de que todo se había se transformado. Todo era diferente. Mi perspectiva de ver el mundo había cambiado totalmente. Me sentí completo, queriendo ignorar a la otra parte de mi cuerpo que me decía lo contrario. Oh no, no lo estaba, estaba incompleto.
Pasamos primavera a verano y llegó el otoño, las cosas se empezaron a tornar raras.
Personas que nunca había visto decían incluso con lágrimas ser mi familia y amigos.
Una señora me pedía que volviera a su morada.
Yo simplemente no entendía, lo cual me inquietaba, ya que la sabiduría del libro me permitiría saber, más nunca lo logré entender.
En ese lapso, sentía como poco a poco me arrebataban algo, me estresaba no saber qué es y sin saber me encerré en esa burbuja de ansiedad.
El otoño se fue al igual que sus recuerdos. Quedando en soledad absoluta y sin recordad quién fue, qué hacía y qué le gustaba. No se dio cuenta que su memoria quedó exactamente como el libro al encontrarlo, completamente en blanco.
-Yo