Y punto

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En estos días se cree que todos pueden tener el trabajo que quieran, ya que con esfuerzo y dedicación lo puedes lograr. Ni los del barrio ni yo no tenemos esa oportunidad de la que todos hablan, nacemos con un propósito y seguimos con el mismo por la eternidad. Aunque el mío sea muy fácil ya que solo debo estar donde me pongan, no me gustó nunca porque esta simple tarea tiene el propósito de marcar un final. Las únicas veces que me alegraba de mi trabajo fueron cuando estaba al final de un largo y aburrido texto porque ahí todos me aclamaban; pero, cuando era una gran historia, era odiado por todos, ya que no había nada más por disfrutar.

Me gustaba pensar en cómo sería tener el trabajo de mi vecina y, haciendo lo mismo, tener un gran propósito contrario al mío. A veces pensaba que el de cualquiera del barrio sería siempre mejor que el mío o, por lo menos, con un mensaje más bonito que "fin". Para poder saber si era tan espectacular como lo había estado imaginando todos esos siglos, le pregunté cómo se sentía tener su trabajo y me respondió que, contrario a mis creencias, no era nada especial y que era realmente aburrido.

Reflexioné sobre la respuesta de la vecina hasta que llegué a un punto en que descubrí que no es que ella fuese más importante como creí y por eso debía sentirse muy bien con su trabajo, sino que mi trabajo era tan importante como el suyo y no debía odiarlo. Sin un final no podría haber un inicio y al revés porque es un ciclo. Eso aplica en mi caso porque siempre fui y seré un punto, así como ella es una mayúscula por siempre.

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