Día 1

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Raoul ha intentado dormir durante todo el vuelo, pero no lo ha conseguido. Y es normal. Le ha tocado en uno de los asientos del medio y, aún por encima, al otro lado del avión de donde se encontraba Ricky. Solía tener mala suerte, porque, sinceramente, ¿a quién le gusta el puto asiento del medio?

Mira a su alrededor y la señora de su derecha está dormida contra la ventana y el chico de su izquierda duerme sobre la mesa plegable. Solo pensar que no puede salir de allí, le dan ganas de ir al baño. Pues eso, mala suerte.

En resumen, Raoul tiene sueño, porque ha dormido unas dos horas, y, además, unas ganas de mear tremendas; pero no podía hacer nada al respecto.

Están a punto de aterrizar y Raoul sabe que tanto Roi como Alfred les estarán esperando en el aeropuerto, ya que vienen a verlos. Raoul ha dudado de si tantas horas de viaje merecen la pena para verle la cara a esos dos. Sobre todo, teniendo en cuenta que hace meses que no habla con ellos. Pero todo bien, supone.

Los golpes del avión sobre la pista de aterrizaje hacen que deje sus pensamientos a un lado y se agarrare al asiento de delante para no estamparse contra él. Es lo típico que le pasaría a él, realmente. Y puede que sea un exagerado, porque el chico de su izquierda ni siquiera se ha despertado con el aterrizaje y sigue con su cabeza estampada en la mesa como si fuera una almohada de esos hoteles cinco estrellas. Pero él qué sabrá, si no tiene ni puta idea de lo que es una almohada de un hotel cinco estrellas. Bueno, que es un puto rayado mental. Así que eso importa entre cero y nada.

Pocos minutos después está esperando a Ricky con su maleta en la mano a la salida de la zona de recogida de equipaje. Pronto ve a una cabellera morena acercarse dando saltos. ¿Este hombre nunca se cansa? Porque Raoul creía estar muerto en vida en ese momento; tanto que le dolían los pies de estar de pie, o de vivir en general. Nada nuevo bajo el sol.

—¡Hemos llegado! —Ricky se abalanza encima del rubio y lo rodea con sus brazos.

—Lo había notado —susurra Raoul encima de la cabellera del que le abraza.

Ricky rueda los ojos una vez que se separa de Raoul, con un gesto de cabeza que no indica más que indignación. Joder, que llevan horas y horas de viaje y está tan cansado que no le extrañaría estar muerto ahora mismo. Pero muerto de verdad. Porque no se cree que hayan llegado por fin. Han sido unas seis horas de vuelos y transportes que solo quiere tirarse en una cama por doce horas seguidas.

Puede que se vaya notando que Raoul odia viajar, ¿no? O perder el puto tiempo, quién sabe. Una mierda.

El moreno le guía a la salida y, como no podía ser de otra manera, empieza a agitar los brazos en cuanto ve a sus amigos con un cartel enorme que lleva sus nombres impresos. No le extraña, en realidad; pero se permite soltar un suspiro que intenta camuflar la vergüenza ajena.

—Ver para creer —dice Raoul rodando sus ojos y caminando hacia Roi y Alfred.

Los chicos los reciben con los brazos abiertos y Raoul decide abrazar a Alfred primero, porque Roi ya ha sido aplastado por Ricky. El moreno le abraza con fuerza y Raoul sonríe por primera vez en muchas horas. Se aparta de él y despeina la cabellera de Alfred, sabiendo que lo miraría con los ojos entrecerrados como lo hace en ese momento. Sus rizos son intocables.

Se gira una vez que oye a Roi decir su nombre, y recibe sin protestar otros brazos rodeando su cuerpo. Roi siempre ha olido genial y lo ha echado tanto de menos que Raoul inspira del cuello de Roi para creerse de verdad que está allí. Igual se había preocupado por si aquello podría ser incómodo, y no por el hecho de que esté aspirando el cuello de su amigo como un jodido subnormal, no; sino volverse a encontrar con ellos después de tanto tiempo.

Cinco días || RagoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora