La muerte en la venganza

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-No tenemos mucho tiempo Altagracia -el tono de voz suave de Matamoros sonó a mi lado. Asentí e intente secar una de mis mejillas húmedas por las lágrimas, sin embargo estas volvieron a humedecerse. Acomode mis lentes oscuros sobre mis ojos y baje del auto.

Los dedos de Matamoros se enredaron sobre mi brazo y me sostuvo. Internamente se lo agradecí, las piernas me tiemblan, mi pulso esta acelerado y siento un leve tintineo en mi sien anunciando lo que va a convertirse en un gran dolor de cabeza.

-¿Estas bien? -me cuestiona y giro la cabeza, aunque realidad no lo miro directamente.

-Llévame con ella -mi voz sale en un susurro tan bajo que temo tener que repetirlo, pero no es así cuando lo veo asentir y apretar el agarre sobre mi brazo para guiarme al interior del lugar.

El salón esta vació, el olor a flores llena mis fosas nasales y me hacen sentir mareada. Nos detenemos frente a la caja negra impoluta y me tambaleo cuando veo su foto sonriente sobre esta en un marco dorado. Un sonido agudo se escapa de mi garganta y busco con desespero el brazo de Matamoros para sostenerme. Su agarre se afianza sobre mi brazo y estira su otra mano para tomar la mía. Sollozo, tiemblo y siento como mi corazón amenaza con salir de mi pecho. Intento dar un paso hasta la caja y Matamoros me guía.

Me suelto de su agarre y estiro una mano para tocar la fría madera, trago intentando controlar mi respiración agitada y siento la frialdad de mis lagrimas deslizándose por mi mentón.

-¿Es... Están... Están seguros...? -se me cortan las palabras.

-Son ellos Altagracia, pedí que lo corroboraran varias veces incluso con su ADN. Si es Mónica... y el otro es Saúl -veo como mira la otra caja a un lado de la de Mónica y asiento. Se me desfigura la cara por el llanto y me recuesto sobre la caja. Lloro, pequeños gritos se escapan de mi garganta y me aferro más a la caja. No siento el contacto de Matamoros, pero se que esta donde lo deje a cuatro paso de mi, dándome mi espacio.

-Yo debí protegerla -comento aún con la voz rota. Con mi mano libre acaricio la caja con sutileza como si se tratara de un bebé. Mi otro brazo sirve de apoyo para sostener mi cabeza sobre la caja. Me quito los lentes y los coloco a un lado. -Era mi deber cuidarla como no lo hice antes.

-No es tu culpa Altagracia, era imposible imaginar que Braulio estaba vivo y que regresaría a hacer más daño. -cierro mis ojos y continuó haciendo círculos con mis dedos sobre la caja.

Me imagino a una pequeña niña siendo sostenida en mis brazos como alguna vez debí hacerlo, pero yo misma me quite ese privilegio. Me imagine a una hermosa quinceañera en su gran fiesta de quince años. Me imagine a mi hija teniendo una vida conmigo y me quebré. Nuevamente sollozo y esta vez dejo un beso sobre la caja como si estuviera aquí, en mis brazos. Hasta eso me quito Braulio, él derecho de ver su carita por ultima vez. Sus restos quedaron tan calcinados después de la bomba que coloco en su auto que si no es por las pruebas pertinentes jamás los habríamos reconocido.

Estiro mi mano y tomo su foto entre mis dedos. Las manos me tiemblan tanto que temo dejarlo caer. Observo su sonrisa, sus ojos brillantes... Sonrió débilmente y otra lagrima rueda sobre mi mejilla hasta caer sobre la madera brillante. Me levanto de la caja para acariciarla.

-Altagracia debemos irnos -escuche la voz de Matamoros y negué. -Están llegando todos. -sentí sus dedos afianzarse sobre mi brazo.

-No la quiero dejar -me negué, un sollozo se volvió a escapar de mis labios.

-Escúchame – tomo el marco de mi agarre y lo coloco sobre la caja. Tomo mis manos entre las suyas y las apretó. Me miro a los ojos. -Prometo que la vengaremos, Vamos a acabar con Braulio y todo aquel que lo haya ayudado, pero ahora debemos irnos. Estamos muy cerca de todo por lo que hemos luchado para que recuperes tu libertad, no podemos dar un mal paso ahora. -se que tiene razón, pero no quiero irme. Me niego a hacerlo como ya lo hice antes. Según yo, porque estaría mejor sin mi; que ironía.

-¿Altagracia? -la voz de Regina se escucha a mis espaldas y me tenso. Matamoros igual. No me volteo sin embargo estiro mi mano para tomar mis lentes y colocármelos. Matamoros tira de mi y nos ponemos en marcha, sin ni siquiera voltearnos. Nos apuramos antes de que nos alcance. El golpeteo de mis tacones me ponen en evidencia con cada paso y doy gracias de que el salón se encuentre vació. -¡Altagracia! – su grito se hace más fuerte, mientras escucho sus pasos apresurados a nuestras espaldas. Matamoros y yo corremos la distancia restante y Matamoros me suelta para correr hasta su lado del conductor.

-¡Vámonos! -lo escucho gritar. Los guardias que nos esperaban en otra camioneta proceden a subirse y a ponerla en marcha. Me subo a la camioneta justo cuando veo a Regina salir apresurada. Intenta acercarse a la camioneta justo cuando veo a Isabela salir detrás de ella y sostenerla por un brazo. Matamoros pone la camioneta en marcha y lo ultimo que veo atraves del cristal son sus ojos desesperados buscando explicarle a Isabela lo que cree haber visto. Mis ojos vuelven a llenarse de lagrimas y siento mi labio inferior temblar. Debería estar con ellas, intentando sobre llevar este dolor.

Siento unos dedos entrelazarse con los míos y volteo a verlo. El retira mis lentes con su mano y conecta sus ojos con los míos. -Vengaremos su muerte y cuando todo esto pase podrás estar con ellas. -asiento y siento sus dedos rozan mi mejilla. Me alejo un poco de su agarre y seco mis mejillas. Le dirijo una mirada a Matamoros atraves del espejo retrovisor y él asiente. Se coloca ambos auriculares en sus oídos con música alta y se que esta intentando darnos un poco de privacidad. Lo ultimo que siento es como la persona a mi lado me rodea con un brazo y besa mi cabeza. En otro momento lo empujaría por tal muestra de cursilería pero hoy no, hoy estoy muy débil.

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