-Guaaaaaaaa! Guaaaaaaaa! Guaaaaaaaa!
Era el llanto del bebé que yacía en esa iglesia abandonada y sombría, deteriorada por el tiempo.
Aquel bebé se encontraba en un cesto, pero no uno cualquiera; éste parecía guardar el calor y la luz del mismísimo sol en su interior, estaba cobijado con una manta elaborada del lino más fino, incluso parecía estar hecho con hilos oro; pero lo que más sorprendente era la presencia del bebé, era como si la paz infinita habitara en su interior, como sí la misericordia estuviera al alcance de tus manos; pero a la vez, podías sentir el infinito poder que emanaba, como sí el Big Bang,esa fuerza que le dio vida al universo estuviera contenida dentro de él.
El lugar era bastante siniestro, lleno de polvo y telarañas por todos lados, parecía ser una iglesia del estilo barroco, con ornamentas muy recargadas; pero había algo que no pertenecía al lugar y ésta era la mesa ceremonial donde habitualmente el sacerdote haría la homilía.
Ésta no tenía un mantel encima, sino por el contrario, estaba completamente expuesta y no tenía ni el más mínimo rastro de polvo o suciedad.
Sobre ella se encontraban dos cáliz en total discordancia, la primera parecía estar hecha de oro blanco tan brillante como si estuviera dándole la luz del sol directamente, además de tener incrustaciones de distintas gemas al rededor del cuerpo de éste, y la segunda parecía estar hecha de Onix recubierta con un tipo de madera que competía con la piedra en negrura, ésta a diferencia de la primera no emitía ningún tipo de luz, por el contrario, parecía absorber la luz del entorno.
Ambas contenían un líquido; en el caso de la copa de oro, el líquido era espeso, de un color marrón oscuro, parecía que se estuviera pudriendo; por el contrario en la copa de Onix, el líquido era de color rojo intenso, casi se podría decir que era fluorescente.
En el centro se hallaba una daga, hecha de los materiales de las copas, la navaja estaba mezclada con el oro y el onix, el mango esta recubierto de la madera negra con una gema de todos los colores en el extremo del mango. Era realmente hermosa y a la vez peligrosa.
Todo estaba en el más absoluto silencio, el llanto del bebé había cesado de pronto y algo irrumpió en la aparente tranquilidad.
La puerta principal de la iglesia hecha de madera se cubrió de una oscuridad absoluta, que hasta la luz podría perderse en ella. De pronto salió de ésta, un hombre alto de finas facciones, con ojos del color de rubíes, brillantes y siniestros, su cabello era corto de color negro azabache, con un estilo del tipo de George Clooney
Traía puesto un traje hecho a medida, como de diseñador, de color negro y en la solapa traía un pañuelo rojo al igual que su corbata que hacían perfecto juego con sus ojos.
- Gesticulizando una sonrisa casi genuina, dijo: Te encontré mocos...
No llegó a terminar la frase, ya que, los vitrales de toda la iglesia se iluminaron y enfocaron toda la luz en un sólo punto, entre la mesa ceremonial y el primer hombre. Quedando el bebé entre ellos.
-No te apresures mi querido Beliel, aún tenemos algo por hacer - su voz era como un cántico, dulce y melodiosa-
El recién llegado que yacía parado, vestía una especie de túnica blanca que le cubría hasta la mitad del muslo, un cinturón de cuero que sostenía una espada que parecía estar hecha del mismo material de la copa de oro, unas sandalias del estilo griego que podía asegurar a sus pantorrillas, en cuanto a su apariencia, era alto también, tenía el cabello castaño claro con ondas perfectas, sus ojos cautivadores de un color dorado que fácilmente le permitiría ver en la oscuridad sin ningún problema, era realmente hermoso. Expedía un aura de serenidad y sosiego.
- No tenemos mucho tiempo Zadquiél, y lo sabes! Ahora empecemos de un vez.
- No irás a decir que el ángel caído favorito de Luzbel tiene miedo ¿verdad?
- No seas ridículo! y no me hagas perder más el tiempo. Empecemos!
Beliel de un sólo paso estuvo parado junto a la mesa ceremonial -aparentemente- pero en realidad se había movido tan rápido que dio la impresión de que se teletransportó.
Cogió la copa de oro y a continuación Zadquiel hizo lo mismo con la copa de onix.
El arcángel sostuvo la copa en alto y dijo:
"En el nombre de Júpiter, creador de todos los dioses yo el arcángel Zadquiel te conjuro. Te vigos coslim"
A su vez, Beliel dijo:
"Escucha mi voz, tú, la primera de las mujeres.
Escucha mi voz, tú, madre de los hijos del averno.
Yo Beliel te invoco a ti..."
No pudo terminar la frase, ya que desde el techo de la iglesia cayó una columna de luz de la que descendía Jesús.
- Al fin apareces, mi nuevo hermano: Joshua -dijo Beliel-
- Pensé que tendrías el criterio suficiente para dejar que nosotros arreglamos el desastre que hiciste. Jesús -dijo Zadquiel, sin el más mínimo tono de respeto-
- Hijos míos, mis niños. No puedo permitiros que toquen a mi primogénito. Os ruego que se marcheis de aquí.
Su voz era serena y calma, aun así, resonó en toda la iglesia amenazando con hacer añicos todos los vitrales de ésta, dejando ver su inmenso poder.
Jesús terminó de descender al lado del bebé, vestido con una túnica blanca que irradiaba una luz inmaculada, esta luz no alumbraba, sin embargo, era un resplandor como los que emiten los cristales expuestos a la luz.
Su apariencia física había cambiado, ya no traía el cabello largo y la barba crecida, por el contrario, tenía el cabello corto sin ningún estilo en especial, es más, es como si él mismo se lo hubiera cortado.
- Joshua, hermano. Veo con alegría que muy pronto serás uno de los nuestros. Ya casi han desaparecido tus estigmas y cuando lo hagan ya no habrá marcha atrás. Tu pecado te ha sentenciado.
- El amor, nunca será un pecado Zethiel -dijo Jesús-
-No te atrevas a llamarme por ese nombre otra vez Joshua!!! -dijo Beliel, emandando una aura hostil de oscuridad.
-Calmate Beliel -le dijo el arcángel-
-¿Jesús, por qué no haces las cosas más fáciles y dejas que nos encarguemos de ese niño?
Como dijo Beliel, tu pecado está apunto de condenarte y no tendrás posibilidad contra nosotros dos.
- Os vuelvo a repetir, no puedo permitiros que lastimen a mi hijo. Él será quien reine en las alturas y las profundidades del averno.
- Entonces no tenemos nada más de que hablar!
Y en una fracción de segundo Zadquiel sacó su espada y arremetió contra Jesús, a la vez que Beliel hizo aparecer en sus manos una guadaña y arremetía al mismo tiempo.
Jesús sólo dijo: ¡Paz!
Y fue como si el tiempo se hubiera detenido, Zadquiel y Beliel quedaron suspendidos en el aire.
Jesús se acercó al bebé que seguía dormido a pesar de toda la conmoción y le dijo:
-Hijo mío, lamento no poder estar contigo en los momentos en los que tengas que afrontar tu destino y lleves la carga de la humanidad sobre tus hombros. Ruego a mi padre para que escuche mis súplicas y te proteja.
Levantó al bebé en brazos, descubrió su hombro derecho y dijo: Esto es todo lo que puedo hacer ahora por ti.
Y extendió el dedo índice de la mano derecha diciendo: "Fiat Lux"
Y su dedo índice empezó a brillar como si sostuviera el fuego perfecto, aquel que es casi invisible y lo acercó a su hombro dibujando sobre él, una Runa.
- He aquí mi herencia mi amado hijo, he aquí mi voluntad, mi esperanza y mi fe. Mi amado Gaél.
Y de pronto el bebé fue cubierto por la misma columna de luz de la que provino Jesús y desapareció.
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Divina Alternativa
FantasyDesde tiempos inmemoriales ha existido la duda de que si el redentor del mundo ha tenido descendencia, pues... la tuvo. Gaél fue su descendiente y motivo de su muerte.