❀¿Podrías consolarme?❀

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«¿Cómo me siento realmente? ¿Solo? ¿Abandonado? ¿Roto?»
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Sus párpados temblantes se abrieron con lentitud y suavidad, acompañado del tierno cielo de sus iris y mirar cansino. Con leve dolor en el cuello, miró donde se encontraba, recordando que ya era la segunda vez que se quedaba dormido sobre aquella mesa de madera, la cual llevaba algunos papeles esparcidos de forma prolija. Sinceramente, un regaño por parte de él mismo no estaría mal.

La brisa fresca de la mañana llena sus pulmones con el típico aroma a menta de su habitación. Un suave suspiro se libera de sus labios, mientras de soslayo, observa la danza melancólica de sus cortinas al son del viento, y su monstruosa alternativa de solución se le cruza sin consuelo en su memoria. Le cuela de frío su espina dorsal con tan sólo ver aquel cielo bañado en sangre, así como su futuro.

Norman mancharía sus manos de sangre, y aquello ya dejó de atormentar su consciencia podrida, porque el peso que lleva sobre sus hombros es más aterrador que eso. Sabe que si no puede cargarlo, él será el primero que lo lamente, y no está dispuesto a fallar, pero sí a sufrir.

Se levanta entonces de la fina silla, a la vez que acomoda los papeles en fila. Un dolor punzante en la cabeza lo obligó a apoyar una mano sobre el escritorio, y como consecuencia, los papeles yacen esparcidos en el suelo. Desde hacía unos días sentía lo mismo, sabía que no estaba bien, pero decidió evitarlo hasta ahora, definitivamente no conseguiría lo que quería si moría por una enfermedad rara antes de tiempo o se quedaba postrado en cama por muchos días. No tenía el lujo de desperdiciar tiempo.

Ja, qué exageración — susurra a sí mismo, con una pequeña sonrisa boba y divertida. Pues como de costumbre, nuevamente respondía sus pensamientos en voz alta.

Se estaba volviendo loco.

Sus ojos cielo, los cuales parecían apagarse y destruirse con crueldad, lentamente se abrieron interesados al ver un cajón en particular del escritorio. Lo jaló con suavidad por mera distracción (es un niño que se obliga a crecer) y en su rostro suavemente se pinta con gracia y calidez una sonrisa de antaño. Un antaño de mentiras y que, a pesar de todo, albergaba los recuerdos más preciados en su corazón, cuando aún no se separaba de Emma ni Ray.

Cuando aún no se convertía en un Dios enfermo.

La nostalgia lo invade de pronto, es dulce y se desliza por los jardines secos de su memoria, pues los recuerdos de él y Emma hablando por aquel objeto lo hacía sentir tan pequeño y débil (y roto, con el corazón marchito y la pequeña luz de esperanza esfumándose).

Mira el inocente juguete, lo acaricia con mesura con las yemas de sus dedos fríos e, inexplicablemente, quiere probarlo una vez más, aún sabiendo que los fantasmas de su niñez jamás le responderán.

— Hola hola... Emma nombra con pena estampada en su garganta al recordar a la chica de cabellos naranjas, recordando a su alegre, amorosa y honesta amiga de la infancia, su primer y dulce amor. A la pequeña luz en mundo oscuro y hórrido. Supone que eso es lo que más mella su corazón de niño desilusionado, porque ya no la tiene, él ya no pertenece a Emma.

El fuerte dolor de cabeza aparece de nuevo (es preocupante, y aún así, sonríe), apoyándose con debilidad en el escritorio, mientras lleva en sus manos con delicadeza aquel recuerdo suyo. Toques en su puerta aturden su silencio blanco y sumido en consuelos patéticos, así que amargamente traga saliva y coloca tras él aquel objeto.

Vincent, por hoy no necesito que vengas, debo realizar algo por mi cuenta — se limita a decir, tratando de sonar lo más casual pero firme, como es costumbre. El moreno tras la puerta simplemente obedece sin objetar nada.

❀¿Podrías consolarme?❀NorEmma❀Where stories live. Discover now