Y aquí estoy, volviendo a mi viejo departamento, alejado de los reflectores y el lujo.
Parece mentira, creí que nunca podría volver a caminar por estos parajes, volver a ver esos rostros que me vieron crecer, mezclarme entre la multitud y ser uno de ellos una vez más...
[...]
Los días pasaron y todo aquello parecía un recuerdo lejano. Apenas amaneciendo sonó la alarma del despertador, me levanté como cada mañana lo hacía desde que llegué aquí. Luego de un desayuno rápido salí apurado a tomar el bus y a empezar otro día laboral en el café.
Media mañana ya y todo marcha normal...
Un grupo de adolescentes irrumpe en el lugar, sus estrepitosas risas y la animada charla se podia oír en cada rincón, luego de servirles su orden me senté un momento a retomar fuerzas para continuar, un coro exagerado tratando de vocalizar un feliz cumpleaños llamó mi atención... Al parecer una de las niñas estaba de festejo, quise ser cortés y tomé una rosa del florero y una bebida servida delicadamente en una copa, me acerqué al grupo y con una sonrisa miré los ojos más hermosos que había visto en mi vida... Toda esa seguridad que iba conmigo en un momento se esfumó, su sonrisa me paralizó, podía sentir las miradas del resto esperando una respuesta coherente de mi parte a semejante interrupción, sentí un fuego que empezaba a subir desde mis pies y se alojó en mis mejillas...
- ¿Disculpa?...- Dijo ella con su dulce voz.
- Hmm... Cortesía de la casa, feliz cumpleaños señorita.- Contesté de inmediato mientras dejaba la copa en la mesa y posaba la rosa en sus manos. Su cara de felicidad y sorpresa valieron la pena el mal paso, me retiré a la barra y no quise ni voltear a ver otra vez, no sé que me pasó, jamás me había congelado así y menos con una niña... Pero... ¿Cuántos estaría cumpliendo?...
Las horas pasaron y ya casi no quedaba nadie en el lugar, había sido un día particular, me fui al vestidor a guardar mi delantal... Pero sin darme cuenta no dejaba de repasar en mi mente ese fugaz encuentro...
-Que hermosa niña...- Exclamé inconscientemente sumergido en mis pensamientos. De pronto una bocina casi ensordecedora sonó en la esquina del café...
- ¡¡¡El bus!!! - Salí saludando apurado al pasar a mis compañeros del café y corrí para tratar de alcanzarlo pero fue inútil...
- No puede ser... El último...- Me quedé un minuto lamentando mi torpeza de haber perdido el último bus de la noche, resignado y con las manos en los bolsillos emprendí el regreso a casa... A pie.