Anno Domini 1692

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Salem.

Lo primero que escuchó fue el relincho del caballo. Siempre la noche estaba en calma, pero durante aquél día tuvo una sensación de inquietud en el cuerpo. Incluso los animales lo notaban. Su perro se había pasado la jornada gruñendo y dando vueltas de aquí para allá. El gato se había posado en el alféizar de la ventana,mirando hacia la calle con la mirada perdida.

No se había movido de allí en todo el día.

Intentó darse la vuelta en el jergón de paja cuando sintió dos manos que la zarandeaban.

—¡Mary, levántate!

La voz apremiante de su hermana Agnes la despejó y se frotó los ojos con los puños, parpadeando hasta que su vista se acostumbró a la dura luz de la vela. El rostro de su hermana apareció ante ella y le depositó algo en los brazos. Era un bulto y su capa.

—¡Póntela. Tenemos que irnos! ¡Ya!

El tono de Agnes no admitía réplica alguna, por lo que Mary se deshizo de la ropa de cama y se puso su vestido negro y la capa.

—¿Qué está pasando?

—Tenemos que irnos de aquí.

Agnes no parecía dispuesta a dar más información por lo que Mary se sentó en la cama mientras veía como su hermana metía varias hogazas de pan duro,queso,tomates algo blandos y trozos de carne que guardaban para el invierno, dentro de un trapo, haciendo un bulto como el que le había dado a Mary.

—¿Qué hay aquí?

—Mis frascos. Tenemos que dejar esto vacío e irnos de Salem—Respondió Agnes sin mirarla si quiera. Mary intentó replicar, pero Agnes la miró suplicante—Ahora no,Mary. Prometo responder a tus preguntas. Pero ahora no.

Mary cerró la boca y obedeció a su hermana,colocándose la capucha de la capa y apretando el arrugado bulto entre sus manos. Echó un último vistazo al que había sido su hogar y salió junto a Agnes al abrigo de la noche.

Su casa era la más alejada del pueblo, a la entrada del bosque y a Mary le encantaba. Se sentía protegida allí y le gustaba ir a explorar el bosque con su hermana.

El cielo estaba estrellado y el viento arrastraba pequeñas briznas oscuras que se depositaron en su capa. Vistas de cerca, Mary pudo constatar que se trataba de cenizas.

Agnes tiró de la mano de su hermana y ambas se introdujeron en la espesura del bosque. El resto del pueblo rehusaba entrar en él, a no ser que fuera estrictamente necesario. Decían que estaba encantado. Mary no creía en aquellos cuentos y no comprendía por qué había tanto miedo. Ni siquiera había animales salvajes.

El bosque estaba oscuro y la única luz que tenían como guía era la de los rayos de la luna que se filtraban entre las copas de los árboles. Se escuchaba el ruido de un búho a lo lejos.

Su hermana caminaba por delante de ella con seguridad y sabiendo donde pisar. Parecía conocerse cada piedra del bosque.

Una mortecina luz anaranjada apareció gradualmente a lo lejos y Mary pudo escuchar a su hermana soltar un ruido ahogado.

—Mary,no mires.

Demasiado tarde.

Mary observó que en el centro de aquél lugar había tres plataformas con madera y un gran palo en el centro. Pero lo que le impactó a Mary fue que, atadas a las maderas, había tres mujeres.

En ese momento, se dio cuenta de que las cenizas y el olor que había sentido nada más salir a la calle procedía de las hogueras. El olor a carne quemada inundaba el lugar así como los gritos de agonía y dolor que proferían las desdichadas mujeres.

Alrededor de las hogueras se encontraba todo el pueblo y, algunos pasos más adelantados, los tres hombres más importantes de Salem.

John Guillham, el alcaide. Charles Arwin, el juez. Y Alfred Redgrave, el gobernador.

Mary se mordió el labio sintiendo ganas de llorar y chillar. Una de aquellas mujeres era la esposa de William Skies, el maestro. Aquella mujer se había ofrecido a curarle la herida de la rodilla un día que se había caído. Era una de las mujeres más dulces y amables que Mary conocía. No se creía que pudiese estar allí.

Agnes tironeó de su hermana hasta que ésta volvió a moverse tras ella. Ninguna habló durante los largos minutos que caminaron por aquel sombrío lugar. Lo único que se escuchaba eran los sollozos de Mary, que jamás podría quitarse el ruido de los gritos de su mente.

Algo hizo que Agnes se detuviese y alzase la cabeza y entonces ambas se dieron cuenta. Eran murmullos. Murmullos y ladridos de perros.

Mary miró a su hermana y vio que el rostro de Agnes era una máscara de terror. Agnes tiró con fuerza de su mano y echó a correr.

—¡Corre,Mary!

Las dos jóvenes echaron a correr entre los árboles mientras los ladridos de los perros se escuchaban más cerca y los murmullos se convirtieron en gritos.

Agnes y Mary se refugiaron debajo de las hojas de un gran sauce llorón y Mary vio que su hermana se arrodillaba delante de ella y le agarraba de los codos.

—Mary, escúchame. Conoces el camino. Síguelo y allí encontrarás al maestro. Se ha ofrecido a ayudarnos.

—¿Dónde irás tú?— La voz de Mary estaba cargada de terror y la mirada compungida de su hermana fue suficiente para que se echase a llorar de nuevo—No te vayas,Agnes.

—Si voy contigo, ninguna de las dos saldrá viva.

Agnes hizo un gran fardo metiendo la comida en el bulto de Mary y acarició la cara de su hermana, depositando un beso en su frente con sus labios temblorosos.

—Te quiero, Mary.

Los gritos y los ladridos eran cada vez más fuertes y Mary sollozó abrazando a Agnes. Su hermana se puso de pie y gritó.

—¡Mary, vete!

La niña obedeció y salió corriendo todo lo rápido que sus piernas le permitían. Paró detrás de un árbol a observar la escena.

Su hermana Agnes había salido corriendo por el lado contrario y los perros y la multitud fue detrás.

—¡Detened a la bruja!—Gritó uno de ellos que llevaba una horca en las manos.

Minutos después, gritos de júbilo inundaron el bosque cuando Mary observó como el herrero y su hijo arrastraban a su hermana Agnes. Le habían quitado la capa y tenía el vestido rasgado por varias partes. La sangre le corría por el labio y Mary vio que sonreía.

Solo después, cuando caminaba sola por el bosque se dio cuenta de que era su última sonrisa.

Su despedida.

El fantasma de SalemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora