Recorrí el cementerio entero y no podía dejar de notar todos los niños muertos. Mientras más caminada, más niños habían. Al ver todo el cementerio, volví por donde vine. Mientras iba por ese camino, al igual que cuando iba, tenía el presentimiento de que el Sr. Bocón se lanzaría a asustarme, solo que esta vez era un sentimiento aún más fuerte y más desesperante, ya que pensaba que también querría terminar lo que empezó. Salí del camino, y nada pasó. Así que confirmé lo que antes había considerado. Al parecer el Sr. Bocón sí se había ido con la casa. Al pensar en esto, me fui de ahí, y seguí con mi vida normal, pensando que el Sr. Bocón ya no existía.
Al pasar los años, me gradué de la universidad de ingeniería civil, conseguí una esposa muy buena y trabajadora. Ella es doctora, y aun no tiene su especialidad, ya que al terminar quedó embarazada. Tuvimos nuestra hija. Una niña muy hermosa y saludable. Su nombre es Anabel y ya tiene dos años, y es igual a su padre, igual a mí. Mi esposa empezó la maestría en oftalmología y ya está cursando su segundo año. Sin embargo, algo muy hermoso interrumpió su carrera. Anne, mi esposa, quedó embarazada. Al saberlo mi esposa me lo comentó. Estaba muy feliz, hasta que me dijo algo que estaba pensando. Me pidió que construyera una casa para que viviéramos todos. Ella, yo, y nuestros hijos actuales y los que vendrá. Eso no es nada, estábamos bien acomodados económicamente, el problema era el lugar de construcción. Quería que nuestros hijos pudieran contemplar la misma alegría que yo cuando vivíamos en la casa del Sr. Bocón, pero por supuesto, ella no sabía nada de eso.
Pasaron los días y no podía dejar de pensar en eso, no podía permitir que mis hijos pasaran por eso, pero me di cuenta que no estaba preocupado por eso, sino porque había llegado el momento de enfrentar lo que me había pasado. Al final, pensé que estaba bien mudarnos ahí. Ya que mis hijos no vivirían encerrados como yo lo hacía, sino libres, y con la atención de sus padres. También recordé que el Sr. Bocón se había ido con la casa, y que no molestaría más. Me convencí de eso, y fui hasta mi esposa y le dije que empezaría la casa de inmediato, ya que acababa de terminar el edificio que construía.
Empecé a construir la casa sin cesar, terminé muy entusiasmado por tener una casa propia, que incentivaba a los trabajadores para que se apuraran. Mientras construía, mi esposa dio a luz. Era un bebe muy hermoso, un baroncito. Lo llame Marcos, y al igual que su hermana nació muy saludable. Meses luego, nos mudamos a la casa que construí. Era igual a la otra, cuando yo era niño, pero no tenía ninguna habitación desocupada, era la casa ideal para mis hijos. Al mudarnos, mis hijos se pusieron muy felices, ya que era una nueva experiencia para ellos. Mis hijos crecieron como cualquier otro, con el apoyo de sus padres, y estudiando en una escuela prodigio. Mi hija ya tiene 6 años, y mi hijo tiene 4. Siempre estaba con ellos, ya que tenía miedo que el Sr. Bocón apareciera. Pero mientras más tiempo pasábamos en la casa, más me olvidaba de eso.
Empecé a tener problemas económicos, no vendía nada. Solo nos basábamos en nuestros ahorros, y en el trabajo de Anne. Las cosas se pusieron duras. Y cada vez más difícil. Tenía que estar más presente en el trabajo, incluso en la casa estaba pendiente de eso, y ese fue mi error. Tanto Anne como yo empezamos a descuidar a nuestros hijos, solo pensábamos en dinero. Un día, mientras no estábamos, mi hijo empezó a ver cosas, las cuales les contó a mi hija, que desde ahí también empezó a verlas. Eso que veían era mi pesadilla más grande, El Sr. Bocón. Poco a poco se gano la confianza de mis hijos, igual que a mí. Pero mis hijos no fueron tan fuertes como yo lo fui.
Un día fui a buscarlos a su habitación, ya que tenía mucho sin estar con ellos, y necesitaba su cariño. Entre a la cuarto y no estaban. Los busque por toda la casa, de pie a cabeza, no los encontré. Ahí me recordé de lo que había pasado. Desesperadamente fue hacia el cementerio que el Sr. Bocón quería llevarme. Al entrar vi que todo estaba igual, pero desesperado recorrí el cementerio buscando a mis hijos y al Sr. Bocón. Desde lejos, pude ver dos tumbas separadas de las demás, y encima de ellas estaba el Sr. Bocón. Fui corriendo rápidamente y al llegar, él me dijo:
“¡Tarde! ¡Muy Tarde! Lamento que tuve que hacer eso, es que no me diste otra opción. Pero… Alguien tenía que sufrir las consecuencias de tus actos. Cuando te fuiste aquel día, si quiera sin despedirte… Nunca me olvide de ti ¿Sabes? Incluso cuando veía mientras destruían mi casa. No podía dejar de pensar… Como fuiste el único niño que se escapó de mis manos. Tenía que hacer algo… Y tus hijos fueron el mejor remedio que pude pedir”
Al decirme todo esto, fui hacia él corriendo muy enojado y lo intenté agarrar. Pero al toparlo traspasé su cuerpo como si fuera una ilusión. Y volteándose hacia mí desapareció. Al volver a la casa, le dije a Anne lo sucedido. Y al ver la tumba de los niños me creyó. Destruí la casa y le dije a todo el mundo lo sucedido. Me entraron a un manicomio, mientras que a mi esposa le dejaron libre. Pase los siguientes años de mi vida lamentando todo lo pasado. Pensaba en mis hijos, en mi esposa, mis padres, en el Sr. Bocón. Son cosas que no podía dejar de pensar. Pero algo frustrante me preocupaba, tenía miedo de que alguien volviera a construir una casa en ese lugar.
Pasaban los años, y mientras Anne me visitaba nada pasaba con la casa, seguía destruida, tal como la dejé. Mi vejez se acerca, pero no me preocupo por eso. Solo me alegra que no tenga que revivir lo sucedido. Pasan los años, ya tengo mil arrugas en todo el cuerpo. Mi muerte se está acercando, ya lo vengo sintiendo desde hace mucho. Aun no se lo comento a Anne, no quiero preocuparla. Ya siento que la hora llega, siento como mi cuerpo no da para más. Me sentía feliz, ya que el Sr. Bocón nunca aparecería de nuevo. Tenia mucho sin tener decepciones, pero creo que la vida quería darme otra antes de morir.
Anne llegó, muy triste al parecer. Supuse que le entristecía mi muerte, y era cierto. Pero nada le entristecía más que decirme la verdad. Me miró a los ojos, y segundos antes de morir y sentir como la vida se me escapa me dijo:
“Lamento decirte esto mi vida. Pero en el lugar de nuestra casa construirán un orfanato. ¡Lo Siento!”
Nunca pude superar esto, morí sabiendo que miles de niños iban a morir, igual que mis hijos. Igual como debí hacerlo yo.