MIKROKOSMOS (el universo en pequeño)

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—¿Estás seguro de que nunca antes nos hemos visto? —interrogó el rubio de gafas al pequeño chico que tenía frente a él, observándolo de forma intensa como si intentara leerlo y hallar las respuestas que buscaba—. ¿Ni una sola vez?

El más bajo meneó la cabeza sacudiendo sus cabellos castaños.

—En nuestra vida anterior, tal vez, pero nunca en esta. No nos conocemos, estás equivocado —respondió con tranquilidad—. Que estemos atrapados juntos en esta bodega no es más que una coincidencia. 

—Yo no creo en las coincidencias, creo en el destino y estoy seguro que eres parte del mío.

•°• ★ •°•

Mark Lee no necesitaba levantar la mirada para contemplar el universo y embobarse observando las estrellas, no cuando tenía a la más reluciente de todas frente a sus ojos con las mejillas de un tono rosa sonriéndole de forma cariñosa. No cuando todos los secretos del cielo se ocultaban en aquellos orbes centelleantes que le transmitían todo y nada a la vez, y lo invitaban a acercarse y amarlo un poquito más con cada segundo que pasaba. 

Ya no le hacía falta buscar inspiración entre prados gigantescos repletos de flores y vegetación extravagante, mucho menos en un lúgubre bosque que lo llamara silencioso a ingresar y buscar ahí una historia llamativa la cual escribir. No cuando tenía al ser humano más increíble de todos enfrente, carcajeándose suave y presumiendo su hermosa sonrisa exclusivamente para él.

—Renjun —musitó tomando su mano—, ¿qué crees que había antes de las estrellas?

El castaño, de hombros estrechos y cintura pequeña, le sonrió con paciencia y sin siquiera pensarlo demasiado antes, le dejó un tierno beso en la comisura de sus rosados labios y se acomodó a su lado reposando la cabeza en su hombro.

Suspiró fijando sus ojos, los cuales parecían contener el mismo universo en su interior, en el negruzco cielo nocturno que a duras penas les entregaba un poco de luz gracias a los astros y satélites que en él se encontraban, y rió de nuevo sin razón alguna ocultando el rostro en el brazo del rubio que lo miraba con ternura y una gran pizca de adoración.

—Nosotros, Mark —contestó—. Nuestro vínculo. 

Mark quiso levantarse y correr hasta el montón de papeles que había dejado dentro de la casa a escribir aquello. Estaba desempleado y sin ideas para empezar alguna nueva novela, la ciencia ficción ya no le atraía y las historias de suspenso escaseaban en su mente, pero las frases cursis le sobraban y moría por describir en el papel las cientos de maneras diferentes en las que Renjun hacía latir su corazón. Él no era solo su más grande fuente de inspiración, sino que era una historia en sí que jamás se acababa de contar y cada palabra que de su boca salía, se oía poética a los oídos del mayor.

Quizá era el amor que sentía lo que no le permitía filtrar con eficiencia cada cosa que escuchaba, pero fuese o no así, Renjun era la metáfora que nunca quería terminar de analizar.

—¿No eras tú quien creía en el destino? —dijo con cierto deje de burla, sin dejar de sonreír y abrazándose más a él—. El chico que no me dejó salir de la bodega del conserje hasta que acepté mirarlo a los ojos y decirle mi nombre, porque de otra forma nuestra historia nunca iba a comenzar.

—Ese soy yo, por supuesto.

Estaban, ambos, sentados en el húmedo césped bañado por el rocío nocturno, uno perdido en las estrellas y el otro en los ojos del contrario, los cuales reflejaban a éstas.

—Eres un cursi, Lee Mark.

—Y tú un loco, Huang Renjun —contestó—, de lo contrario no hubieses hecho lo que te pedí ese día.

—Y no estaríamos juntos hoy —siguió el castaño—. Pero tienes razón, ha de existir el destino y por eso no me negué aquella vez. Algo me decía que tenía que hacerte caso, por más trastornado que me hayas parecido.

—¿Aún piensas así de mí?

Renjun asintió sonriendo y se levantó del suelo.

—Creo que ahora estás aun peor, pero me gustas así.

—¿Trastornado?

—Loco por mí. 

Mark no pudo resistirse a la carcajada que soltó, amaba la poca modestia del menor cuando de molestarlo se trataba y de lo reluciente que lucía cada vez que dejaba salir sus sentimientos con tanta naturalidad. Quería escribir sobre todo aquello, sobre lo enamorado que se sentía y como descubrir el amor había cambiado su vida.

Deseaba, más que nada el mundo, juntar su pasión por la escritura con su amor por Huang Renjun y demostrarle al chico que —tal como él pensaba— estaba loco por su culpa como jamás había estado por nada antes. Añoraba dejarle ver lo muchísimo que había cambiado para bien gracias a él y lo agradecido que le estaba por haber entrado en su vida, porque quizá era gracias al destino que se habían encontrado, pero éste a veces era un maldito y metía en la vida de las personas a otras que no causaban más que daño y las arruinaban. 

Renjun no era así, él era el brillo que siempre le hizo falta para caminar por el camino correcto y avanzar. Era quien, con sus miles de ideas extrañas sobre la vida después de la muerte y los invasores de otros planetas, le daba diversión a sus días y le pintaba esa sonrisa que sentía que jamás borraría mientras se mantuviesen juntos.

—Si te sirve de consuelo, Mark —musitó sentándose a horcajadas sobre él y tomando su rostro con ambas manos—, yo también estoy loco por ti. Me haces perder la cordura incluso cuando te ríes como hiena y matas la vibra con cada uno de tus aburridos comentarios. Estoy enamorado de ti lo suficiente como para cambiar los documentales sobre la vida en marte por tus tediosas novelas de ficción, como para dejar de buscar ángeles revoloteando arriba de la gente y fijarme en el que tengo enfrente.

—Tú eres el que está siendo cursi ahora, Ren.

—Lo sé, pero te lo dije, ¿no es verdad? —rió—. Me vuelves loco y por tu culpa he comenzado a decir un montón de tonterías románticas. 

Mark no pudo siquiera sonreír cuando ya tenía los labios de su novio sobre los suyos, deslizándose con ternura y trasmitiendo con ellos todos los sentimientos que, momentos antes, había intentado poner en palabras. Sin embargo, incluso siendo un amante del vocabulario, al rubio le parecía mucho mejor esa manera de intercambiar ideas, usando sus lenguas de una forma diferente para expresarse. 

—Renjunie —susurró cuando se separaron, apoyando su frente contra la del menor—. ¿Te han dicho antes que en tus ojos puede verse el universo?

—Lo que en realidad se ve en mis ojos es tu reflejo, Mark —respondió con una sonrisa—, y el universo, mi universo, eres tú.

SPARKLING EYES 目 MARKRENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora