Fragmento 1: El Hijo de la Noche

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EL HIJO DE LA NOCHE

Antes fui una persona, pero el Destino manipuló al Amor y los sentimientos me llevaron a convertirme en un Caballero Negro, en un Rey de la Sombra. Juego de Noche, aquí no existe el día. Y estoy sentado en mi Trono Oscuro. Pienso, analizo, observo, escucho. En mi mente juego conmigo.

Analizo lo que pienso,

Mis pupilas ven lo que tú no puedes ver,

Mis oídos escuchan lo que no se dice.

Pienso, analizo, observo, escucho.

Juego con mi mente, conmigo.

Pienso, analizo, observo, escucho… juego.

En bajar los brazos, en luchar.

En quedarme, en irme.

En amar, en odiar.

En entrar, en salir.

Y en una noche, muy oscura, donde la Luna se deleitaba con su luz tenue, una estrella apareció.

— ¿Qué haces? — preguntó.

— Juego —.

— ¿A qué juegas? —.

— Juego con las palabras —.

— ¿Con qué objetivo? —.

— ¿Por qué habría de tener un objetivo? —.

— ¿Por qué respondes con una pregunta? —.

— Porque juego con las palabras — contesté y ella enmudeció.

A partir de esa noche la estrella asomaba a menudo con sus mismas preguntas y siempre llegando a lo mismo.

Pienso, analizo, observo, escucho. Las noches son eternas y sentando en mi Trono Oscuro contemplo mi juego, tan solitario, tan orgulloso, tan soberbio. Otra estrella apareció.

— ¿Otra estrella? — pregunté y sentí temor o tal vez valor.

— ¿Qué haces? — preguntó.

— Juego —.

— ¿A qué juegas? —.

— Juego con las palabras —.

— ¿Con qué objetivo? —.

— ¿Por qué habría de tener un objetivo? —.

— ¿Por qué respondes con una pregunta? —.

— Porque juego con las palabras — contesté y ella enmudeció.

Y desde esa noche ambas estrellas aparecían con sus preguntas y siempre se llegaba a lo mismo, al silencio.

En mis años de Caballero Negro, anhelé mis noches, mi juego. Pero las estrellas brillaron ligeramente, fue que su luz turbó mis pensamientos y me incomodé; ni la Luna con todo su poderío de luminosidad me había perturbado una vez. Estaban irrumpiendo mi oscura y pesada neblina.

— ¡Soy el Hijo de la Noche! — grité con autoridad observándolas y ellas callaron su brillo entendiendo de mi juego solitario.

Ahora bien, ambas estrellas permanecieron por siempre en las noches, pero nunca más brillaron, no lanzaron su luz, ni tampoco molestaron.

Pienso, analizo, observo, escucho.

Sigo con mi juego.

En vivir, en morir.

En ganar, en perder.

En sanar, en enfermar.

En levantarme, en caer.

Fragmentos de la EstrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora