Prólogo.

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Después de tanto insistir, por fin, Andrew, se encontraba en el automóvil, sus dedos temblorosos denotaban que se encontraba nervioso, no estaba totalmente seguro de lo que estaba por hacer. Su madre lo miró por el espejo retrovisor y sonrió.

–Cariño, todo va a estar bien, vamos a salir de esto. – Trató de darle una esperanza, pero ella tampoco estaba segura de si era lo correcto.

–Estaremos protegidos hasta que todo el equipo sea capturado, no hay de qué preocuparse. –El padre del chico trató de suavizar su rostro, dando a entender lo que quería.

–Lo entiendo, pero es difícil. Ellos no van a descansar hasta matarme. – A su lado se encontraba la chica, mirándolo con tranquilidad. Ella tomó su mano y con suavidad le dijo.

–Tranquilo Andrew, todo pasará. – Apretó la mano de Andrew, a lo que él correspondió. La mirada de Chloe causaba tranquilidad a Andrew.

El automóvil iba en movimiento, Andrew tenía los nervios a flor de piel, sus ojos se posaron en la ventanilla. No se había dicho nada más luego de esa pequeña conversación. Su auto iba acompañado de una patrulla. Un estruendo llamó la atención de todos en el automóvil, entonces todos voltearon hacía la patrulla. Fue grande la desesperación al verla envuelta en llamas. Ahí fue donde el peligro se aproximó. El padre de Andrew aceleró, sintiendo cómo múltiples camionetas se acercaban a toda velocidad, debían llegar a la estación de policías.

Cada vez había más desesperación, las gotas de sudor corrían por el rostro de Andrew mientras miraba a todos lados desesperado. El auto iba cada vez más rápido, se oían las camionetas. El padre del chico desesperado, giró el volante a más no poder, y el auto se dió la vuelta, seguido de caer en un barranco, los gritos no cesaban, la desesperación inundaba el coche.
Vueltas y más vueltas, hasta que se detuvo. Hubo silencio.

Un quejido fue lo único que se escuchó en el lugar. La puerta del auto se abrió de golpe y el humo comenzó a salir. Andrew salió a rastras del lugar, cada vez más agotado, en su mente sólo repetía las palabras: "no te duermas". Una figura humana se aproximó a él, poco a poco se mostraba de quién se trataba. Andrew tosió y trató de hablar.

–Fuiste tú... – Su respiración era muy leve, estaba muy débil. Aquella silueta se puso en cuclillas y apartó un mechón de cabello del rostro de Andrew.

–Shhhh... – Susurró y esbozó una sonrisa. –Es hora de dormir. – Lo último que pudo ver Andrew fue la silueta desvanecerse poco a poco. Y todo se volvió negro.

***

Los ojos de la mujer mostraban cierta tristeza, estaba por hacer algo que lamentaría el resto de su vida, sus ojos rojos daban de señal que había sufrido un accidente. Pero estaba segura de que era lo mejor. Las lágrimas no tardaron en salir, probablemente tomaría por loco a su hijo, aún cuando en el fondo sabría que todo era real. Pero no fue necesario hacerlo, no fue necesario negar todo frente a su hijo.

Los ojos del chico se entreabrieron, la cabeza le dolía a morir, la mujer se acercó para ver en qué situación se encontró su hijo. El chico miró a su alrededor intentando descifrar el por qué estaba allí. Sus ojos se posaron en la mujer a su lado. Los ojos de aquella mujer denotaban preocupación.

–Andrew, cariño. ¿Cómo te sientes? – Se acercó un poco más, por acto seguido el chico se alejó un poco asustado. –¿An, qué pasa?

El joven no emitía palabra alguna, pero sus ojos hacían ver que estaba confundido. La mujer salió de la habitación, el chico seguía sentado sin decir o hacer nada. Unos minutos después, la madre volvió acompañada de un hombre con bata blanca y un estetoscopio colgando del cuello. El hombre se acercó y comenzó a examinarlo.

–Hijo, ¿Podrías decirme tu nombre? –. El doctor revisó los ojos del chico, el cuál seguía un poco desorientado.

–No, no sé mi nombre. – Fue todo lo que atinó a decir, la madre del joven sintió que todo su mundo se iba de cabeza. – ¿Quiénes son ustedes? ¿Qué hago aquí? –. Exclamó exhaltado, tratando de recordar algo pero nada pasaba por su mente.

–Andrew, querido, soy yo, tu madre. – El chico negó, y retrocedió aún recostado en la cama del hospital.

–No, no es verdad. Si fueras mi madre lo recordaría. – Las lágrimas no tardaron en salir al rostro de aquella mujer. –¿Qué me pasó? –. Miró al doctor con una expresión dura, esperando respuesta.

–Hijo, tranquilízate, tuviste un pequeño accidente y te diste un golpe en la cabeza, pero tranquilo. Todo va a estar bien. – El chico miró al doctor seguido de la mujer. No sabía qué pensar, no recordaba absolutamente nada de lo sucedido.

–Cariño, todo va a estar bien. –  La mujer se acercó lentamente al joven, el cual la miró dudoso. Al fin, ella llegó y poco a poco lo rodeó en sus brazos. El chico cerró los ojos sintiendo esa familiaridad, sentía algo que sólo siente un hijo, y ahí es donde lo supo. La mujer a la que abrazaba, realmente era su madre.

Nostalgia. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora