Único

151 27 28
                                    

Jae Hwan estaba más que fascinado, posiblemente no era para nada correcto el que se hubiera enamorado del padre de su mejor amigo, y era aún más increíble que el adulto en cuestión, sintiera exactamente lo mismo por el menor. Pero había sucedido, se habían enamorado y por más que quisieran ocultar lo que sentían, simplemente ya no podían.

— Jae esto está mal...

— Shhh, acordamos que no volveríamos a tocar ese tema, te amo, me amas y eso es todo lo que importa. Así que nada tiene que ver el que tú, seas unos años mayor que yo, ya lo hemos hablado Woonie. Además, ya tengo la edad suficiente para tomar mis propias decisiones.

Y al decir aquellas palabras los labios de Taek Woon fueron sellados por los de Jae Hwan, en un beso demasiado intenso como para ser aprobado por un padre de familia...



Ken cerró el libro de un golpe al escuchar pasos en el piso de abajo, indicación de que sus padres ya habían regresado. Guardó la página con un marcador que tenía la silueta de un gato negro y se dispuso a levantarse de su amada cama, caminó hasta la repisa que guardaba sus adoradas figuras de acción y depositó el libro en su lugar correspondiente, es decir la mesita de noche al lado de su cama.

Hizo una respiración profunda antes de tomar el pomo de la puerta y salir finalmente de su habitación, el único lugar en donde no era juzgado ni visto como un bicho raro. Odiaba ser diferente, pero por desgracia no era que pudiera hacer mucho, él había nacido de esa manera, así que básicamente era problema de los demás el que no lo respetaran por aquello. Aunque muy adentro de sí mismo, tampoco perdía la esperanza de que algún día, su extraña anomalía se corrigiera.

— ¿Qué estás haciendo aquí? Pensé que todos los chicos del pueblo se reunirían en la fiesta de la fogata — comentó su madre comenzando a guardar la despensa que había traído con su esposo.

— Ah, eso... Sí, es hoy, pero yo no fui invitado — respondió Ken tomando una manzana amarilla del frutero, para después de lavarla, darle una buena mordida.

— Ken, no necesitas una invitación para asistir y lo sabes — esta vez fue su padre quien intervino al entrar a la cocina.

Era cierto, todos los chicos entre quince y dieciocho años, solían asistir a aquella fiesta cada año, ya que era por lo general el día de mayor concentración de almas en el pequeño pueblo de Balta, pero una cosa era que todos los ciudadanos asistieran con la finalidad de probar que podían mantener conversaciones con personas que habían muerto hacia años, incluso décadas, a otra muy diferente a que Ken realmente pudiera pasar desapercibido, fingiendo que las veían cuando no era cierto.

— Papá que caso tiene que yo asista, no puedo ver nada, soy un... ¡Anormal! — dijo exasperado.

— ¡Ken! Mi amor, no eres un anormal, es solo que no has descubierto tu tercer ojo — le dijo su madre tratando de acercarse para abrazarlo, pero fallando en el momento en que su hijo, prefirió regresar al interior de su habitación casando de escuchar lo mismo.

Ambos padres soltaron un suspiro en conjunto, amaban a su hijo, pero el que Ken fuera el único de su generación que no podía ver almas, como todos los demás en Balta, solía ser señal de algo grave.

— Tal vez ha sido hechizado — comentó de pronto Rufus, un viejito que había muerto de cólera en aquellas mismas tierras, doscientos años atrás.

— ¿Tú crees? — el padre de Ken lo cuestionó.

— Bueno, es que no hay muchas respuestas, nosotros podemos verlo e incluso Ady ha tratado de tocarlo, pero simplemente no podemos acercarnos a él, es como si hubiera un muro entre nosotros y Ken — Rufus explicó.

Dos Historias [Keo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora