"Habla conmigo"

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Desde que ambos se conocieron no habían podido entablar una buena relación, pero todo cambio desde aquella pelea contra kira, aquellos días en los que Josuke se encontraba hospitalizado fueron momentos de angustia para la familia, y sobre todo para Kishibe Rohan, quién se dio cuenta de algo sumamente importante.

¿En que momento había decidido ir a visitarlo?

Estaba frente a la puerta de la habitación dónde se encontraba josuke, suspiro y luego la abrió, aquella habitación solo le traía angustia, aquellas paredes blancas, camilla y sábanas del mismo color junto con un paciente que dormía sobre ella.

Se acercó hacia el joven depositando el pequeño obsequio que llevaba consigo en la mesilla, aunque sabía muy bien que josuke no lo vería.

-Háblame-.

Inconscientemente se repetía una y otra vez aquellas palabras, esperando que le respondiera pero fallando totalmente en el intento.

Observó su rostro, se veía tan sereno aunque tuviera algunas vendas y gasas. Todas aquellas heridas que se había hecho solo para proteger a su cuidad, a su gente y a ellos, toda la carga que había soportado el mismo. Lo contempló y se pregunto:
¿por que no me pediste ayuda?¿Por que no veniste hacia mi?

Algunos dias pasaron para que lo dieran de alta, pero Rohan, por orgullo no lo iría a visitar. Aquel había sido un encuentro secreto para todas las miradas y presencias.

Mientras se encontraba en su estudio trabajando y pensando que podría meter en el siguiente capítulo de su manga, el sonido de la puerta llamó su atención, alguien estaba tocando, algo muy extraño para aquellas horas que ya rebasaban la media noche. Bajó aquellas escaleras hasta llegar a la entrada y al abrirla se encontró con aquel joven de ojos púrpuras.

Su rostro estaba algo pálido y sus ojos lucían hinchados, tal vez por que minutos antes se la había pasado llorando, ambos se miraron a los ojos mientras los labios de aquel joven se movían.

-¿Puedo quedarme aquí está noche?-.

Fueron sus palabras dichas, y sin querer negarse Rohan lo dejó entrar a su casa. Las pesadillas recurrentes se hicieron para el ojipurpura; y para el ojiverde las visitas frecuentes. Y cada que Josuke tenía alguna inseguridad corría a casa del famoso mangaka, y no es que fuese débil, pero estaba asustado.

Verlo llorar se volvió un tormento, pues su corazón sentía el dolor de miles de agujas clavandose en él.
El desconsuelo de no haber podido llegar a ser como la persona que más admiraba.

-No tienes que ser un héroe para salvar al mundo-.

Fue lo que cada noche Rohan le repetía una y otra vez, para intentar aliviar la inseguridad que Josuke sentía. Y mientras más lágrimas derramaba más aflicción crecía en él.

Y cuando el tiempo paso, le arrebató algo más de su vida, y el joven nuevamente lloró. No solo le habían arrebatado a su abuelo, ahora la muerte se había llevado a su padre. No podía hacer simplemente que lo olvidará, no podía permitir que huyera de ese modo, pues tenía que enseñarle a enfrentarlo por que por más que quisiera, solo terminaría lastimandose aún más, debía enseñarle a superar la pérdida.

-Deja que tus palabras liberen tu dolor, tu y yo compartiremos el peso, así que está bien, déjalo salir-.

Su llanto amargo y su pena fueron el pan de cada día, desgarrado y frágil, así se encontraba su alma. Y los meses fueron testigos de como aquel muchacho fue sanado por quién menos se lo imaginaba, la razón por la que había recurrido a él fue por la más simple "Honestidad".

Rohan se convirtió en su hombro, su cobija y su oído. Algunas veces lo abrazaba hasta que ambos quedaban profundamente dormidos, otras lo mimaba jugando de su cabello, algo muy inusual dado el hecho de que era la parte más importante de su cuerpo.

Entendió muy bien que aquel sentimiento lo había consumido totalmente.

En algunas ocasiones cuando el tiempo y las circunstancias no los dejaba verse, las llamadas eran sus consuelos, y otras en las que disfrutaban de la compañía como niños tendidos sobre el piso.

Y en aquella otra noche la luna llena fue testigo de cuanto los sentimientos se derramaron, otra vez Josuke estaba frente a su puerta y otra vez Rohan lo dejó entrar, tomó su mano para guiarlo hasta su habitación a dónde ambos accedieron y ya estando cerca de la cama sus orbes se conectaron así como sus corazones, y sus labios.
Aquellos que por primera vez degustaban el sabor de lo prohibido, dulce y virginal. La sensación cálida de sus cuerpos, las caricias en sus pieles y lo radiante de sus seres, tal felicidad como si se tratasen de estrellas. Aquellos cuerpos abrazados que dormían plácidamente, amaneciendo en su lecho, cada sonrisa y mirada que se daban era una promesa de que esa noche volverían a verse.

-Está muy oscuro está noche-.

El susurro de Rohan mientras sus manos se tocaban y sus dedos se entrelazaban cómplices al ser invitado a repetir aquella acción que contradecía a su orgullo. Un odio que había desaparecido hace tanto tiempo, y del cuál no quería volver a saber nada más.
Permaneció a su lado, siempre que lo necesitará estaría allí para él, por que sí, se había enamorado.
De día o de noche, en la calle o en su hogar, siempre se veían.
Y cada vez que Rohan estuvo a su lado, el creció y se hizo fuerte para poder protegerlo.
Y cada que Josuke necesitaba de él, la puerta de su hogar se abría revelandolo.

-Ven adentro y háblame-.

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