Estoy enamorado de sus ojos ausentes, de su rostro inexpresivo, de los cambios en su letra, de los trazos oscuros que la luz arrastra sobre su piel herida y seca; completamente rendido ante las ruinas de su vida y las grietas de su mente.
Un día tras otro caigo por las respiraciones calientes de sus fauces, quedo embelesado por los secretos de antaño escondidos entre las librerías de sus recuerdos.
Una columna yergue la amada pieza central de la obra y la une al resto de mi paraiso y luego están dos colinas que descienden en caminos deliciosos marcados por líneas casi indivisibles que tienen más historias para contar de las que podía soportar. Historias en las que monarcas doblegaban reinos y hacían a voluntad nuevas leyes, desviando puentes, reescribiendo cuentos, sembrando árboles con raíces nutridas de sueños rotos.
Mis manos trazaban con los dedos caminos imaginarios al frente, rutas que se encuentran con un vientre ligeramente delineado y coinciden con provincias circulares que unidas creaban sistemas solares; todo él piel pálida, fina como papel seda, con bosques enteros de vellos delgados y oscuros, bosques agitados por respiraciones superficiales y en cada centímetro de piel traslucida se dejan ver líneas verdosas, delegadas membranas por las que transitan piedras preciosas, rojas como granates, como vino tinto añejo, pero de color tan vivo y furioso como el dueño, con una edad que no aparentaba, con la madurez que obtiene sólo quien ha sido avasallado tras cada intento.
Pero sus tierras se expandían aún por extremidades fuertes como muros, hoscas como golpes de látigo; por suelos que han sostenido más de lo que han soportado, pero que han criado huertos con un tacto cultivado entre empíricos intentos fallidos; protegen como destruyen y nutren como consumen.
El paisaje que amo es movido por esculturales piezas de mármol descascaradas y estropeadas, son la antítesis de la belleza griega y la devastación de las fuerzas externas que una vez se aferraron a sus piernas; son los pilares que sin mantenimiento, rígidos y faltos de energía caminan, se deslizan con gracia rústica desvejecida, están tintados de la mugre que se ha mezclado en el camino y lastimados por todas las veces que mortificados por la congoja se postraron, y en sus plantas delanteras terminan de correr las telarañas, redes que desembocan desde los dedos hasta el aquiles.
Soy cartógrafo de su geografía, amante de su anatomía, pero mi mano descansa siempre en su músculo más vigoroso, el dueño de su pulso, motor de sus anhelos, amo y verdugo de sus tormentos.
Me enamoré de la leyenda más escabrosa, caí por una ciudad arruinada; demasiado tarde para intentar reconstruirla, demasiado tarde para dar luz a sus tinieblas.
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Por Amor A Los Demonios
Thơ ca"El paisaje que amo es movido por esculturales piezas de mármol descascaradas y estropeadas, son la antítesis de la belleza griega y la devastación de las fuerzas externas que una vez se aferraron a sus piernas; son los pilares que sin mantenimiento...