Siempre me ha gustado ceder paz y sosiego hacia un individuo, yo a eso lo considero una habilidad que muy pocos tienen la dicha de adquirir, es una verdadera pena que sea así, ya que el lograr hacer sentir a cualquier persona en un estado de calma, brinda una sensación sumamente placentera, que al final logra convertirse en una adicción.
Desgraciadamente también tengo la mala costumbre de esperar mucho de los demás, estoy consciente que las personas no se detendrán a ayudarme cuando lo necesite, solo pasaran a un lado mío mientras me miran con ojos de lastima y pena, pero sin intenciones de ayudarme en ningún aspecto.
Créanme, sé lo que es eso, es porque lo estoy viviendo.
Venir a cantar en la misma plaza se ha vuelto algo tan rutinario en mi día a día, la finalidad de esto es que si logro juntar el suficiente dinero que gane cantado en este lugar, pueda ayudarme a pagar las cirugías de mi padre, él sufre de ceguera... Perdió la visión en un accidente que le causo su condición, y a consecuencia de eso, no pudo volver a trabajar, pero; los médicos que trataron a mi padre cuando tuvo el accidente, nos dijeron que aún tenía una esperanza de regresar su la vista con una cirugía, claro no podrán mejorarla en su totalidad, pero al menos podrá percibir lo que este a su alrededor. Desgraciadamente todo lo bueno siempre tiene un precio, y esto no es la excepción.
Y esa es la razón por la que vengo a cantar en esta plaza, para reunir algo de dinero para la cirugía, solo que nadie me quiere ayuda...
¿Tienen idea de lo frustrante que es intentar ayudar a un ser que aman pero no estar ni cerca de poder hacerlo? Tengo una persona en casa que confía en mí plenamente, pero sin embargo yo, conseguir 5 dólares me toma mínimo cinco horas, ¿logran entender como me siento?.
Solo soy yo y mi guitarra en este momento, ya me da igual si me prestan atención o no, si me quieren ayudar o no, solamente, me enfocare en esta canción, la que me hace sentir esa sensación de las que les hable al principio, la sensación de paz...
— toca otra vez por favor.
Apenas finalice la canción, una voz masculina emerge enfrente de mí, se trataba de un hombre, vestido de traje, me sobresalte un poco por la petición repentina de aquel joven, hace mucho tiempo que no suelo escuchar alguna palabra dirigirse a mí en esta zona. El no dejaba de mirarme, esperando una respuesta afirmadora de mi parte, con una leve sonrisa dibujada en su rostro.
¿Fue mi música que le provocó al joven sonreír?
Y nuevamente, siento que después de mucho tiempo, siento el placer de provocar paz, y debido a ese sentimiento, me lleva a tocar la canción otra vez.
El chico no paraba de sonreír conforme avanzaba la canción.
Con el pasar de los días, seguía acudiendo a la plaza a tocar, pero no solo lo hacía con la intención de recaudar dinero, otra nueva razón surgió desde hace días atrás, el mismo chico de traje, me iba a escuchar todos los días...
Jamás faltaba, siempre a la misma hora que me escucho cantar por primera vez, llegaba a sentarse enfrente de mí, admirando detenidamente el movimiento de mis dedos pasar por mi guitarra y escuchando mi voz acompañando la melodía.
No cabía duda, de que aquel joven, le hacía feliz mi música.
Siempre me pedía la misma canción, la que él me pidió volver a recitar el primer día que me escucho tocar, y cada vez que la escucha, esa linda sonrisa no la vuelve a borrar jamás.
Pero, algo me llamo mucho la atención, es que él, siempre vestía de traje. No había día que viniese vestido con ropa normal, siempre tenía puesto un traje impecable.
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El joven del traje
Short StoryHay personas que tienen el don de transmitir paz a quienes más la necesitan. Y ella... Ella es de ese tipo de persona. Solo tocaba su guitarra en la plaza por algunos centavos, y a pesar de estar expuesta al rechazo y desprecio de las personas que...