El hilo rojo

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La conocida leyenda del hilo rojo del destino no es solo una creencia. Es verdadera. Y muy cierta. Tan cierta como que dos más dos es cuatro, o que el cielo es azul, o que las guerras son malas. Yo lo sé, y puedo afirmarlo porque puedo verlos.

Muchos dicen que todos nacemos con algún don especial. Bueno, el mío es ese. Ver el dichoso hilo. Aunque lo que yo puedo ver y lo que conozco dista un poco de la leyenda original.

Primero que nada, no hay un solo hilo, y no es monocromáticamente rojo. Hay varios, y con variedad para elegir en lo referente al color. Tampoco es algo que te acompaña toda tu vida. Naces con algunos de ellos, otros pueden aparecerte en cualquier momento, e incluso pueden o deben cortarse, si es necesario. Ya lo explicaré en detalle pero empezaré desde el principio.

Debo aclarar que no es algo común este don así que es mi secreto "profesional", como me gusta decirle. Tardé algunos años en comprender que debía mantenerlo oculto para no asustar a nadie o causar problemas. Especialmente a mi familia. Estoy seguro que nací viéndolas, pero no fue hasta tener un mejor manejo de la razón y las palabras que no se lo dije a mi madre, quien creyó que solo era una tontería propia de un niño de seis años. Aún así, no deje de insistir con ello, no hasta el día en el que le comenté a mi madre que su hilo rosa que lo conectaba a mi abuelo se había tornado de color gris, el mismo día que él falleció. Claro que eso yo no lo sabía, y ella apenas se había enterado, por lo cual me prohibió volver a decir una palabra más sobre los hilos. Aún así, no la culpo. No es la parte más linda cuando veo hilos grises.

Pero volviendo a mi historia.

El primer hilo que vi en mi vida fue uno rosa claro que salía de mi pequeño dedito medio, se dividía en dos y se conectaba a los meñiques de mis padres. El segundo fue uno verde que salía del mismo dedo pero de la otra mano y se conectaba al de mi hermano. Vi un mismo hilo rosado en la mano de mi hermano que también se unía al de mis padres. Ellos tenían algunos más en sus manos, pero sin las personas a las cuales se conectaban presentes, no podía saber la relación de los mismos. Aunque si había uno bastante evidente entre las manos de mis padres, en sus dedos anulares, en el exacto lugar donde se encontraba su anillo de bodas.

El hilo rojo.

Con ese hilo aprendí a leerlas más. Algunos días se veía fuerte y brillante. Otras, un tanto apagada y floja. Ha llegado a asustarme más de una vez, pero siempre vuelve a ser más esplendorosa que cualquier otra. De las más lindas que he visto, debo decir.

Tampoco es que veo la vida como una super maraña de hilos estorbando mi visión. Al contrario, son super finas y debo prestar suficiente atención para verlas. Hay algunas más visibles que otras, claro, pero todas están ahí. Cada persona tiene las suyas propias y, aunque existen algunas básicas, la historia de cada uno se encarga de armarlas y/o desarmarlas.

Pero volviendo a mi historia.

Cuando empecé la escuela primaria noté que con mis amiguitos compartía un hilo amarillo. Este tipo de hilo estaba a su vez presente en la mano de todos los que conocía, en menor o mayor cantidad. Llegué a tener mas de diez durante mis últimos años de escuela superior, pero cuando terminé y decidí hacer mi servicio militar antes de seguir un rumbo, todos fueron desapareciendo. Eso no quitó que aparecieran otros con mis nuevos camaradas pero al terminar mi tiempo obligatorio en ese lugar tambien se fueron perdiendo. Aún así, no creo que los hilos amarillos solo desasparezcan.

Cuando pierdes a un ser querido el hilo se torna gris, cuando sufres un rompimiento amoroso o sacas a alguien de mala manera de tu vida se rompen pero nunca desaparecen. Yo creo que pierden visibilidad a mis ojos pero siguen ahí, ya que guardo un buen recuerdo de todos quienes fueron mis amigos e incluso tengo un contacto esporádico con mas de uno. Son hilos que dependiendo el momento de tu vida van mutando.

Akai Ito ➳  WoongkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora