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Desperté en una habitación fría y oscura, con el pavimento helado pegado a mi espalda. Mi cuerpo dolía, desde la espalda hasta las piernas amoratadas. La cabeza me punzaba con un ritmo frenético, recordándome la noche anterior en Las Vegas.

¿Qué se puede esperar?

Vaya, a noche sí que fue una fiesta en grande. Pense de repente, después de terminar de sonreír bobamente recordando la noche anterior, noté una sensación extraña en mis piernas y brazos. Como si algo estuviera reteniéndome. Volteé mi cabeza y me encontré con una enorme soga amarilla atando mis piernas y manos. Por un momento pensé que había sido una obra de Cali, pero luego descubrí que ella igualmente estaba tirada a lado mío atada.

Un momento... ¿Dónde estamos?

El pánico se apoderó de mí. Mi pecho se inflamaba y desinflamaba salvajemente, y mi respiración se volvía agitada, lo que significaba que el aliento cada vez se me faltaba. Supongo que en este momento no ayuda el hecho de tener una salud del asco.

Las pequeñas manchas rojas que se encontraban en el suelo parecían ser sangre.

La habitación gris, sin ventanas, solo tenía una puerta sólida con un candado enorme y cerrojos. En el cuarto se encontraba una silla de madera que parecía apunto de romperse, una mesa de acero y un látigo sobre la mesa de acero me hizo sentir un escalofrío.

¡Mierda!

—Cali —chillé lo que provocó que una enorme migraña llegara a mi cabeza. No importaba, de hecho, eso era lo de menos en estos momentos.

Ella despertó un poco anonadada. Al principio sonrió pensando que tal vez aun estuviéramos en el hotel después de la gran fiesta de ayer, pero luego su rostro optó por un color demasiado pálido y poco a poco fue transmitiendo horror y miedo. Cali inspeccionó el lugar de la misma manera en que yo lo había hecho, lo que solo provocó que pequeñas lagrimas aparecieran en sus ojos.

— __ ¿Donde estamos? —susurró tratando de sentarse para poder ver mejor el panorama.

No pude contener mi miedo y empecé a llorar. Las lágrimas que caían al suelo eran grises y llenas de mugre. Probablemente mi cara estuviera embarrada de polvo y suciedad, al igual que todo mi cuerpo y mis ropas que apenas había descubierto desgarradas. También mi tobillo estaba lleno de mugre, pero en este sitio era peor ya que inexplicablemente me había herido y la sangre se había pegado a mi piel dando a plena vista una imagen no muy linda.

—No lo sé. —respondí llorando.—¿Qué pasó a noche?

Cali empezó a llorar desconsolada ante la situación en la que nos encontrabamos, su aspecto tampoco era muy lindo; todo su cuerpo estaba embarrado de mugre y suciedad, sus ropas estaban a penas visibles ya que solo poseía su pequeño vestido azul de anoche ahora roto y sucio. Gracias a dios ella no tenía ninguna herida o lesión, pero apostaba a que se le harían unos enormes moretones si seguía amarrada de manos y pies. A diferencia de ella, yo los tenía de frente.

—No recuerdo nada... —murmuró. — Solo recuero que tú y yo estábamos pasándola muy bien. Me pediste que te acompañara al baño... Y después todo es confuso.

Lloré con más ganas ¿De casualidad mis padres ya se habrían enterado de mi desaparición? ¿Era esto un sueño? ¿Si no lo era, saldríamos vivas de aquí? ¿Qué querían de nosotras?

¿Era esto mi culpa?

Mis padres me habían regalado dos boletos de primera clase para ir a las vegas y obviamente no había pensado en nadie más que mi mejor amiga. Era mi culpa que ella estuviera aquí, de no invitar, ella no estaría así aquí.

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⏰ Última actualización: 2 days ago ⏰

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Sindrome De Estocolmo ❥ Na JaeminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora