Acostados sobre el césped, admirando el firmamento,
conversando sobre la vida, el día a día y lo nuestro...Tomé tu mano y con la ternura de una niña, me sonreíste.
Me acerqué a ti lentamente y acariciando tu mejilla, te besé...Estando tan solo tú y yo en la soledad de aquella colina,
siendo la luna testigo de nuestro amor, nos dejamos llevar por la lujuria...Con suspicacia y calma comencé a besar tu cuello.
Tu piel lo sentía y de tus labios salían jadeo tras jadeo...Me separé un instante de ti y nuestras miradas se cruzaron,
Consumar nuestro amor, lo pedían a gritos tu cuerpo y corazón...Sin tener en cuenta cómo y cuando, ya no había ropa ni prenda que se interpusiera.
Te cubriste el rostro avergonzada, no tenías por qué, tu belleza era maravillosa, aunque no lo admitieras...Separé tus manos de tu rostro y me acerqué a besar tu mejilla.
Con timidez, te abrazaste a mi cuello, te veías tan bella...Un frenesí de besos y caricias recorrían la calidez de tu cuerpo,
y una expresión de ternura y pasión me pedían que lo siguiera haciendo...Sin dudarlo, te abalanzaste sobre mí,
tus manos recorrían y besaban mi pecho, ante ti me sometí...Con temor, pero sin arrepentimiento, me dejaste entrar en lo más profundo de tu ser.
Un vaivén rítmico unía nuestra piel, tu alma y la mía ahora eran uno solo, envueltos por el placer...