Hermanos que se odian.

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Lemy Loud tocaba a todo volumen el bajo en su habitación. El chico había tenido un día asqueroso y lo primero que se le ocurrió hacer al llegar a su casa fue conectar su viejo bajo de cinco cuerdas al amplificador de su morada y encerrarse por lo menos hasta la hora de comer.

El chico tocaba unas canciones erráticas, marcaba ritmos o simplemente cuerdeaba para ver que salía. Lo único que quería era sacarse los malos recuerdos de la cabeza y olvidar lo ocurrido en la mañana.

Nunca en su vida había pasado por algo tan vergonzoso. Ni la vez que le cortaron mal el cabello se compara a lo que había pasado en la cafetería de la escuela. Lo peor era que el maldito de su hermano mayor lo había visto. Seguramente se burlaría de él en cuanto lo viera.

Ya era tarde, su reloj de mesa le decía que eran cerca de las tres de la tarde. Cansado y sabiendo que la hora de comer estaba cerca, se detuvo. Desconectó el jack de su bajo, lo guardó en su funda y lo metió debajo de su cama.

Su habitación era mediana, ni grande ni pequeña, perfecta para una sola persona. Tenía muy poco. Un toca discos en una esquina, un mueble de madera que sostenía un montón de aparatos viejos que él había arreglado; el viejo televisor Panasonic era su mayor orgullo, junto a su radio. Su cama estaba enfrente del mueble, con el amplificador a un lado y su mesita de noche al otro. Tenía justo al lado de la puesta un armario con un espejo en la puerta. Por el suelo estaban regadas prendas y algunos instrumentos pequeños; una flauta, un violín, un ukelele y una guitarra española junto con una docena de discos de vinilo.

Con algo de recelo se acercó al espejo.

Tenía catorce años, apenas había entrado a la secundaria. Pero era muy bajo de estatura para los de su edad. Llevaba su castaño y pálido cabello largo y agarrado con una banda azul con una calavera en medio. Su rostro era pecoso, justo como el de su padre. Llevaba una camisa color piel con patrones negros en las mangas, a vista lejana se confundían con tatuajes. Sobre ella, un chaleco de mezclilla con bolsas al frente. Un vaquero con las rodillas parchadas y unas zapatos negros. A decir verdad se veía bien...

¿Entonces por qué lo confundían tanto con una...?

—¡Chicos! ¡Bajen a comer!

Su padre gritó desde la planta baja, sacando a Lemy de sus pensamientos. Con algo de desgano salió de su pieza. Afuera ya estaba Bobby Jr. con su semblante diario.

En cierta manera Lemy se sentía mal por Bobby Jr. pues si bien parecía un chico normal a primera vista, pero más tarde que pronto, descubrías que el niño de trece años tenía graves problemas en la cabeza. O así lo veía el rockero.

Bobby Jr. vestía con ropa holgada. Una sudadera roja que le quedaba grande sobre una camisa negra, que también le quedaba grande. Un short café con grandes bolsas donde llevaba su medicamento y unos zapatos gruesos y negros. Tenía una piel morena, cabello negro azabache y unos grandes dientes frontales. Lo único que compartía con Lemy era sus pecas. Era increíble que fueran hermanos.

—¿Ya dejaste de masturbarte con dibujos animados BJ?

Lemy preguntó con una sonrisa sarnosa, a lo cuál el niño arrugó el ceño.

—¿Q-Qué dijiste, n-niña?

Tartamudeó el pelinegro. Lemy rodó los ojos molesto y bajó rápido las escaleras. Bobby bajó también, aunque él tenía en su cara una sonrisa llena de sarna.

Lemy entró al comedor y vio que en la mesa ya estaba su hermano mayor, Lyle.

Lyle Loud era un chico rubio de quince, de cabello lacio y largo como el de una mujer. Sus pestañas estaban largas y su rostro parecía el de un modelo de lo lindo que era. Su piel era tan blanca como la de Lemy, pero a diferencia de sus dos hermanos menores, el rubio no tenia pecas. Vestía con un suéter verde agua con un pantalón café y zapatilla blancas.

3 Brothas. (The Loud House). Donde viven las historias. Descúbrelo ahora