I Sin los ojos de "Halcón"

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Un circo llegó al pueblo trayendo consigo toda su deslumbrante magia y curiosidades del mundo exterior para atraer a tanta gente posible y así convencer de que es un espectáculo por el cual vale la pena pagar unos cuantos centavos.

El jefe del circo y maestro de ceremonias, Gerard "Le magnifique". Muy pintoresco él, dicho sea de paso, era un hombre maduro de retocado mustacho y ligeros cabellos plateados que se notaban ya teñidos con algún tinte que al parecer ya habían acabado de cumplir su misión hace ya algún tiempo. Un poco gordo, pero no tanto. Una voz cautivadora y hasta persuasiva, pero algo molestosa después de algún rato. De buen vestir, así no sean de tan finas telas sus trajes.

Gerard "Le magnifique", había dicho una vez, más de una vez para ser hinestos, que el que sea digno de ocupar su puesto, sería alguien que haya empezado de la misma manera que él empezó; desde abajo. Pero ésta vez iba a encomendar una tarea a algún astuto voluntario. "Una gran oportunidad", dijo él.

Pero como muchos ya no se creian ése cuento que traía desde hace décadas, nadie le tomaba importancia. Bueno, solo algunos novatos, pero uno que no era tan novato, y era fiel creyente de tal "profesia", era Agustín.

Agustín creía firmemente en que sería él, el sucesor de tan respetable maestro, y que él, llevaría al circo "Le Merveille", al rededor del mundo, y que solo él lograría espectáculos por los cuales habrían multitudes haciendo filas interminables esperando lograr conseguir un asiento.

Y fue por eso que no dudó en ofrecerse al llamado para una tarea especial. Gerard encargó al entusiasta muchacho, el de ocuparse de la alimentación de los animales. Pero teniendo mucho cuidado con no gastar demás.

El saber ahorrar, no es un privilegio que muchos se sepan dar.

Muy comprometido a cumplir con la tarea encargada, Agustín fué al mercado del pueblo, pero notó que era algo caro. Así que decidió buscar con los mismos granjeros, y logró comprar comida para los osos, caballos, los elefantes, los monos, las serpientes, las aves y el... tigre. No, no le alcanzó para comprar alimento para el tigre, (Mejor dicho, se olvidó de él). Y pedirle más dinero a Gerard, pondría en descubierto, su gran descuido.

Agustín pensó en lo que pasaría si el jefe se enteraba de lo sucedido. Él se había unido al circo hace un par de años e inició como el "recoge cacas", y seguiría ahí de no ser que había descubierto un ingreso extra con la mezcla de algunos "regalitos" y con algo de tierra, hacen buen abono para los sembrios. Luego de eso, Gerard lo puso como su servicial asistente. Así que volver a ser el "recoge cacas", no era algo que quisiera en lo absoluto.

Regresó al circo y se sentó frente a la jaula de Aramis, el dichoso tigre, el cuál no había logrado recordar que también era un flamante e importante integrante de la familia.

Apenado, y cabizbajo por no cumplir su tarea, se quedó ahí por un momento dando algo de pena al que haya notado su escuálida presencia. Hasta que el que fué su sucesor en su anterior puesto, se le acercó con la intención de preguntarle por la razón de su desánimo.

Claudio, un muchachillo sin hogar que se coló en el tren para huir de su historia y hacer otra. Bueno, el muchacho iba a abrir su boquita para decirle algo a Agustín, pero éste se puso de pie de pronto y apurando su paso, se acercó a los trapecistas y les pidió que le dieran una recomendación que solucionase su dilema, y éstos le dijeron que buscase en las calles.

Nunca faltaba algún pobre animalillo que por buscar comida, caiga fácilmente por almuerzo para un tigre.

Pues sin remordimiento, Agustín fué a buscar a la víctima acorde para tal banquete, pero los que encontraba eran demasiado flacos con resaltantes huesos. Qué problema, esos perros eran más flacos que él. Para tal caso, él mismo se ponía en el menú.

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⏰ Última actualización: Nov 26, 2020 ⏰

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