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YoonGi observó atento los suaves y perezosos movimientos de su bebé.

Su pequeño nació una semana atrás y siendo tan pequeño y bonito, todo lo que Min YoonGi sabía era que tenía que protegerle de todo y de todos, porque la vida nunca sería fácil y realmente no deseaba verle sufrir en algún momento.

Frunció el entrecejo, negando ante sus propios pensamientos.

Sólo era un bebé.

Un niño producto del amor que guardó por la misma persona, desde que era un chiquillo inmaduro de trece años y su JiMin de apenas diez.

El amor que nació en inocentes actos, en inexpertos besos y en palabras completamente sinceras que los llevarían a unir sus vidas ocho años después, teniendo él veintiún años y JiMin apenas dieciocho.

Si, probablemente todos les vieran con lastima y siempre con la idea de que habían corrido antes de tiempo, arruinando sus vidas y muchos de los sueños que nadie tenía que saber, porque seguían en pie. Ser padres no les cerró las puertas, pero si les empujó a ser más independientes, a trabajar por alcanzar lo que siempre quisieron y apartir de ese instante, de la mano de una de las personitas más importantes en sus vidas.

Suspiró sintiéndose enamorado de la pequeña cosita preciosa que ahora mismo bostezaba. Sus mejillitas rechonchas se mantenían sonrojadas y las hebras oscuras de su fino cabello, eran cubiertas por un tierno gorrito con orejitas que fue regalado por uno de sus mejores amigos.

El bebé apretó su puñito en torno al dedo índice que momentos antes, había acariciado la tierna piel de su pequeña mano.

Sabiendo todo lo que sabía, no podía comprender como un acto tan pequeño, fue capaz de drenar su cansancio y todos los pensamientos que rondaban en su cabeza.

Acercó su nariz hasta el pechito cubierto del bebé y lo frotó, sonriendo ante el aroma y la calidez de su pedazo de cielo.

—¿Qué no ibas a dormirle? —La suave voz de JiMin le hizo separarse y ladear el rostro para contemplarle.

El chico tenía el cabello rubio un desastre, con ojeras prominentes y una suave sonrisa en sus gorditos labios, porque aún con todo el cansancio que se le notaba, todavía seguía sonriendo y totalmente feliz. Aún era muy joven, pero demostró que podía aprender rápidamente y que no se dejaría intimidar por los comentarios de los demás.

—Juro que estaba a punto de hacerlo. —YoonGi se defendió, sonriendo pero permaneciendo arrodillado frente a la cama donde descansaba su bebé.

Sus ojos se movieron de regreso al más pequeño, consciente de que JiMin le seguiría a su lado, atento a todo eso que en ocasiones era difícil de expresar, pero que cuando la ocasión se daba, también se volvía asombrosamente significativo para ambos.

—Es solo que no puedo creer que ya esté aquí.

JiMin murmuró en afirmación y frotó su puño contra uno de sus ojos, andando hasta ellos y arrodilladose a su lado con las manos sobre la colcha y su atención puesta sobre el pequeño niño que de a pocos dormitaba.

—Y tampoco puedo creer que sea tan perfecto para los dos. Miralo, JiMin. Es nuestro y eso es asombroso, porque representa todo el amor que tengo en ti y todo lo feliz que me haces.

—A veces es difícil verlo y expresar todo lo que te hace sentir ¿verdad? —JiMin susurró, extendiendo una mano para tocar el pie cubierto del bebé. —Estaba y estoy asustado de ser papá, pero en el mejor caso, quiero hacer todo bien por él, quiero verlo crecer feliz a lado de ambos y que sepa que no importa lo que se dijo o se dirá, porque estamos tan orgullosos de él desde que nos enteramos que vendría a compartir su vida con nosotros.

YoonGi rodeó el cuerpo contrario, atrayendole para besar su frente y se acomodó a su lado, observando una vez más a su tierno hijo.

Incluso si ahora no tenían mucho, estaban apostando por el futuro.

Uno donde iba a trabajar duro para darles todo y uno donde seguirían aprendiendo que las cosas que realmente valen la pena, nunca se obtienen fácil.

Y ahora más que nunca, YoonGi tenía fe en los sueños. Esos mismos que si los atesoras con mucha fuerza, probablemente se vuelvan realidad.

Sus primeros tres sueños se volvieron una realidad. Uno en un excelente novio que pronto sería mucho más que eso, otro en un precioso bebé que amaba con cada parte de su ser.. y un tercero, guardado en un sobre blanco firmado sobre la mesa de centro.

Ahora, alguien más también apostaba por él y por todas esas noches sin dormir, trabajando en lo que más le gustaba y en lo que ahora mismo le estaba abriendo las primeras puertas.

Absolutamente todo, valía la pena.

Sublime © YoonMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora