Prólogo: Pequeño viaje a la Vorágine.

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Hoy es un día especialmente ordinario para mí. Es un día común, solo un día más en mi vida; vida absurda de laberintos y murallas imaginarias, de frio nocturno y cigarros que se consumen en el mismo viento donde se consume mi propia y efímera existencia. Y a pesar de lo común que es todo esto, igualmente les hablaré de mi absurda vida.

Me levanto para enfrentar un mundo que cada día se vuelve más indiferente, pero a nadie parece importarle. Solo importa el lujo y la mala vida que se ha impuesto a cada uno de nosotros en cada segundo en el que hacemos uso de nuestros sentidos.

¿De verdad viven felices así? ¿Cómo pueden lograrlo?

Para mi es una locura, así no debería ser la vida. Quizás no pertenezco a la vida, quizás nadie pertenece a la vida. Todos estamos muertos desde que la lujuria sin finalidad y el inútil materialismo para abolir la soledad tomaron más valor que el Amor.

Quejarme de todo esto es contradictorio, porque incluso yo he recurrido a medidas desesperadas y vacías para escapar de la rutina que me produce tanta ansiedad.

He deseado y hecho mía a gente por la que nunca sentí ni sentiré nada. Yo habitué hoteles, plazas y más lugares para jugar al amar, sólo para escapar de mi soledad, sólo para generar una promiscua soledad junto con una adicción a placeres que no tienen ningún fin más que extasiarme de falsedades. Pero no todo fue así siempre.

Alguna vez amé de verdad; sentí deseo, cariño y necesidad de querer con pureza; amor por mí y también por ella; que podía querer con tanta fuerza que ya no necesitaba nada más que nuestra unión, y aun así, todo terminó... Pero no me lamento.

Tengo mil y un razones para decir que soy feliz, pero tengo cero y menos para demostrar que lo soy. Por eso camino neutral cada día, sin sonrisas falsas que no siento, solo sentimientos fríos y puros como el enojo y la tristeza que marcan mi rostro donde quiera que vaya.

Quizás ésta forma de vivir esté mal, pero es mi forma de cuidarme de gente potencialmente dañina, gente falsa y mentirosa que nunca podrían aportar algo más que tristeza y dolor a mi vida.

Si está bien o está mal, poco me importa la verdad. Así soy yo, y aunque suene penoso, únicamente el amor logra cambiarme.

Soy demasiado enamoradizo como para dejar mis ataduras en manos de las drogas o el destino, y se podría decir que mi destino autodefinido es una constante adicción al amor que es la droga más peligrosa, hermosa y dañina que he probado en toda mi vida.

Pero no crean que amo a cualquiera. Soy demasiado triste, melancólico y desconfiado como para amar a ciegas; tengo tanto miedo del amor como ganas de tenerlo. Muchas veces tiendo a comparar antiguos amores con potenciales nuevos amores, y es horrible comparar, pero nada puedo hacer, mi mente es un sinfín de enredos y malentendidos, de prejuicios y desilusiones. Es una vorágine inmensa que no deja vivir pensamientos más sanos.

Ésta es la vorágine:

Sentimientos desenfrenados,

Pensamientos intensos.

Un reino que no hay quien reine.

Un infinito campo de dudas;

De amor y odio,

De desilusiones y penas.

La impía soledad pintada al óleo.

Ésta es la vorágine,

Que me atrapa en su centro,

Me aparta de todo lo que es cierto.

Ésta es la vorágine,

Mi tempestuosa e inmensa mente.



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