Capítulo I

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Había sido un día medianamente normal. Su amo se había ido temprano, no sin antes llenar su plato de comida y agua. Él, como hacía diariamente, durmió varias siestas en distintos lugares de la casa, jugó con su ovillo de lana y ahuyentó a los pájaros del patio, cumpliendo lo que era su deber.

Louis estaba ahora, como todas las tardes, tirado en el amplio sillón verde de la sala pancita arriba mientras tomaba una siesta a la espera de su amo. Estaba tardando más de lo normal, pero en la profunda relajación de su sueño no se dio cuenta de ese pequeño detalle. Escuchó el distintivo sonido de la cerradura abriéndose y con pereza comenzó a abrir sus ojitos de un claro azul cielo. Se extrañó cuando oyó el indistinguible sonido que los perros hacían cuando dejan la lengua afuera luego de una agitada caminata. Pensó que podría haber venido de visita el amigo de su amo y haber traído a Liam, el pequeño labrador al que tanto le gustaba molestar. Pero desconocía ese olor; definitivamente no era su Liam.

Levantó su cabeza y movió las orejas intentando ver y escuchar mejor al nuevo visitante, pero no alcanzó a divisar del todo una mancha marrón corriendo hacia él que luego se le echó encima, aplastándolo con su peso. Louis se quejó con un agudo maullido; ese perro apestaba. El cachorro estaba claramente feliz, su lengua estaba a fuera y, oh, oh no, ahí iba. Lamió la cara de Louis, cubriéndola completamente de saliva y matando de disgusto al pobre gatito.

—¡Quítate perro asqueroso, mugriento, apestoso...!—maulló bajito Louis tratando de alejar al animal de encima de su cuerpo.

—¡Hola pequeño! Soy Harry y seré tu nuevo amigo—Se presentó con entusiasmo ignorando el rechazo del gato—. Nunca había visto un gato antes, pero tú eres muy tierno...

—Te dije que te quites—dijo lo más calmado que pudo Lou. Está bien, el invasor era extremadamente confianzudo y no respetaba su espacio personal, pero debía reconocer que su presentación le había causado ternura. Quizá podría conservarlo, si lo entrenaba para que se mantenga a una distancia adecuada y...

—Oops, lo siento, lo siento, lo siento. ¿Te he lastimado? ¿Estás bien?—Se disculpó mientras se levantaba del cuerpo del felino, inspeccionando si le había causado alguna lastimadura. Se sentó en otro sector del sillón dándole espacio. Giró su pequeña cabecita a un costado y observó a Louis estirarse—. ¿Cómo te llamas? Nunca me dijiste tu nombre. ¿Seremos amigos verdad? Yo quiero ser tu amigo, jugaremos tooodo el día...—divagó emocionado.

—Alto ahí pulgoso. Si quieres ser mi amigo, escucha bien, nunca, pero nunca jamás me interrumpas mientras tomo una siesta, ¿entendido? O lo lamentarás—intentó sonar amenazante, pero por la mirada en el rostro de Harry había fallado. Suspiró rendido a su triste destino—. Me llamo Louis, ¿y tú qué haces aquí?—inquirió buscando a su dueño con la mirada que los observaba en la esquina de la habitación—. ¿Para qué te trajo mi amo?

—Louis, deja de mirarlo así—dijo entre risas su dueño acercándose a ellos—. Este es Harry y a partir de ahora se quedará aquí con nosotros, así que acostúmbrate—soltó tranquilamente acariciando la cabeza del can mientras Louis lo miraba estupefacto.

No podía estar pasándole esto a él, de todos los jodidos gatos del mundo.

**
Ya había tomado su segunda siesta luego del regreso de su amo con el intruso. Nunca antes había dormido tanto mientras el humano se encontraba en la casa, ya que este siempre lo molestaba subiéndolo a su regazo con el pretexto de que lo había extrañado o quería acariciarlo. Cuando normalmente se quejaría de esa acción, ahora se encontraba añorando que su amo siquiera mirase en su dirección y dejara de jugar con el pulgoso.

Desde su lugar privilegiado en la ventana de la pieza de su dueño, podía ver el inmenso parque trasero de la casa, cubierto de césped verde y  con un gran árbol en el fondo que daba muy buena sombra a esta hora de la tarde. En los alrededores habían algunas plantas coloridas que no podía identificar y se veían muy bien cuidadas gracias a la dedicación de su amo. El día estaba nublado; faltaba poco para que comenzara a anochecer. Su humano se encontraba en el medio del parque lanzando una rama que el perro de pelaje color pardo atrapaba y le devolvía a los pocos segundos. Louis no entendía cómo era que no se cansaba de tanto correr; con el solo hecho de trepar la cama de su amo se sentía tan agotado que necesitaba una siesta más. A ese pulgoso sí que no se le acababan las energías nunca.

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⏰ Última actualización: Apr 25, 2019 ⏰

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Grumpy Kitty - Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora