Peteî.

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[Guaraní].

─── Así que...

──── Somos... Somos padres, ¿verdad?

Daniel miró a Alejandro. Alejandro miró a Daniel. Ambos bajaron la mirada mientras una mueca de preocupación cruzaba sobre su rostro, mientras sus pensamientos se acomodaban a como habían llegado a un punto inexplicable para Antonio.

Una pequeña, en brazos de Daniel, los miraba a ambos con curiosidad desbordante.

──── No lo entiendo. Quiero decir... ¿Cómo es que nació si no hemos tenido...? ──── Alejandro tragó saliva, incapaz de completar la palabra. Daniel ni siquiera lo miró, estando lo suficiente avergonzado como para voltear a ver al morenito. ──── Esto... Es inexplicable, enserio que si.

──── Eso dicelo a mitã'i aquí presente, Ale.

Daniel y Alejandro habían mantenido una relación amorosa secreta durante los últimos años, cuando podían se veían (si es que Antonio estaba fuera de tierras americanas). Nunca habían tenido sexo, y realmente tampoco es que fueran a intentarlo (al menos hasta que aparentaban ser un poco más mayores que unos simples mocos de 14 años).

Por una extraña razón... Ambos se encontraron con esa niña que sostenía Daniel en el lugar donde solían reunirse. Las primeras palabras de esa niña fueron «sype» y «tataj», señalando a Daniel y Alejandro respectivamente.

Lo peor es que de inmediato sintieron esa conexión especial que les decía que esa criatura era... Realmente su hija. De ambos.

──── Antonio no puede enterarse de esto. Preferiría ir a misa todos los días antes de que él se entere. ──── Nueva España se quejó, aun pálido y vacilante.

Mientras tanto, Daniel fruncio el ceño. ──── ¿No la querés...?

──── ¿Qué? ¡No, espera, no lo mal intérpretes, Dani! ──── La niña se encogió, abrazándose del cuerpo del paraguayo. Este rodó los ojos hacia Alejandro, quien de inmediato bajó su tono de voz. ──── Lo siento, pero, yo... Yo no quise decir eso. Es sólo que...

──── Todos tenemos miedo de él, Nueva España.

──── Lo sé, lo sé. Pero, Dani... No estamos preparados para esto.

Los ojos verdes de Daniel viajaron de Alejandro hasta la niña. La examinó con lentitud: tenia sus mismo color de ojos, pero el cabello castaño era un poco más oscuro. Sus labios eran más parecidos a los de Nueva España y... Y las malditas pecas eran de él. En definitiva esa niña era de ambos.

(Y era lo más hermoso que había visto hasta ahora).

──── ¿Sabes? siento que estas evitando una responsabilidad enorme, Alejandro. ──── El mencionado observó al castaño, quien estaba mirándole con seriedad escrita en su cara. ──── No sé vos si no lo notas, pero es una combinación tanto tuya como mía, y tampoco sé como es ser padre, pero tampoco la voy a dejar aquí sola o la voy a llevar al internado más cercano que encuentre. ──── Daniel paró por breves segundos, mientras sus manos se dedicaban a acariciar los cortos cabellos de la niña. ──── Yo crié a dos niños. ¿Crees que Martín por ser el mayor era algo fácil? Ni contar con él. Y Sebas es un niño... Era un bebé cuando lo conocí.

──── Dani...

──── Si vos no te querés hacer cargo o no estar con ella, lo aceptó. Puedo cuidarla y llevarla conmigo. Pero no me pidas entregarla a la iglesia porque yo seré el primero en darte una paliza, Hernán Alejandro.

«Vaya refinado vocabulario» Fue el pensamiento de Nueva España, quedándose callado mientras observaba como el paraguayo se levantaba, aún cargando la pequeña figura sobre él.
Sintió que lo observaban, así que fue de esa forma que se encontró con el par de iris verdes que lo observaban curiosamente.

«Definitivamente tiene el color de los ojos de Dani... »

──── Daniel, sólo... ────Alejandro suspiró,  cansado. ──── Dejame aclarar mi mente, ¿vale? Yo... Te veo mañana aquí, ¿si?

Daniel ni siquiera respondió. Sólo miró a Nueva España, dio media vuelta siguió su camino. La futura Arami, en sus brazos, se quedó dormida.

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