Prólogo

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El cadáver reposaba en el suelo mientras el bebé lloraba desde su cesta alejada de donde había ocurrido la batalla que había puesto fin a la muerte de su madre.

Hades se acercó pausadamente a donde se encontraba y la cogió, examinándola, mientras el otro hombre también lloraba. De tristeza, pero también de frustración, acababa de ver morir al amor de su vida y no había podido hacer nada. Al fin y al cabo, un humano nunca podría ganarle a un Dios. Sentía ira y deseos de venganza, en un arrebato de ira cogió su espada e intentó asestarle un golpe, pero sus heridas no le permitieron hacer movimientos efectivos y acabó de nuevo en el suelo.

— Ni siquiera lo intentes, eres demasiado débil como para hacerme daño. Solo eres un mortal.

— Y tú solo eres un Dios arrogante, no eres invencible —escupió sangre—. Es por eso que la has matado, porque te asusta que sea más poderosa que tú. Pero has llegado tarde, la niña ya es inmortal y va a crecer para derrotarte.

— Sabes debería matarte por insolencia, pero eso sería ser benévolo, será mucho mejor castigo dejarte vivir con el recuerdo de que eres un inútil que ni siquiera ha podido protegerla —sonrió con burla señalando al cadáver.

El hombre no respondió nada y bajo la mirada, estaba de acuerdo con las palabras de Hades. No había hecho nada y ahora Nyx estaba muerta, pero no pensaba dejarlo así, cuidaría de su hija y vengaría la muerte de su mujer. Se levantó con esfuerzo a la vez que el Dios dejaba a la pequeña de nuevo en la cesta y alargó la mano para cogerla, pero se lo impidió.

— ¿Crees que voy a dejar que te la lleves?

— ¡Es mi hija! No tienes derecho a llevártela... —la furia de Ofiuco se incrementaba con cada segundo que pasaba.

— Soy un Dios tengo derecho a hacer todo lo que quiera.

Antes de que el mortal pudiese hacer nada, Hades ya había desaparecido junto con el bebé. Volvió a sollozar y cayó de rodillas, lamentando ahora también la pérdida de su hija.

Cuando escuchó unos pasos levantó la cabeza rápidamente y cogió su arma, pensando que el Dios había regresado y dispuesto a herirlo para recuperar a su hija. Pero en su lugar se encontró con una mujer con el cabello marrón rojizo y con una túnica negra que lo miraba desde arriba, también con expresión severa:

— ¡Levántate! ¿Eso es todo lo que piensas hacer tras el asesinato de tu mujer! —aunque el tono de ella le molestó se levantó con dificultad.

— ¿Y tú quien eres?

— Soy Némesis, hermana de Nyx y diosa de la justicia retributiva. Sé que buscas venganza, yo también, y no creo que llegues muy lejos sin mi ayuda.

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Hades había llegado al Olimpo con rapidez y cuando cruzado las puertas de la casa de Zeus la pequeña comenzó a llorar.

— Cállala de una vez, no podemos arriesgarnos a que nos oigan —gruñó Zeus mirándolos con recelo.

— ¿Me ves cara de niñera?

— No empecéis a peleas ahora, tenemos cosas más importantes que tratar —la Diosa de la sabiduría, se encontraba revisando de nuevo la profecía del Oráculo y levantó la cabeza para mirar a los otros— ¿Y bien? ¿Qué ha ocurrido?

— Nyx está muerta, al mortal lo he dejado vivo, pero estaba gravemente herido. Aun así, llegué tarde, a la niña la bañaron en el río Estigia y se ha asegurado de que sea inmortal.

Los Dioses se acercaron a la cesta colocada en la mesa, la bebé había dejado de llorar, pero seguía haciendo ruidos de tristeza.

— ¿Qué haremos? No podemos dejarla libre, quizá lo mejor sea encerrarla en el tártaro o en algún lugar donde no sea capaz de salir.

— Sí, claro, encierra a la chica que, según la profecía, tendrá la oportunidad de derrotarte junto con los Titanes que te guardan rencor, para que la entrenen y le enseñen que debe quitarte el trono —ironizó la Diosa—. Eso el lo que hizo Urano con sus hijos, y lo derrotaron; también lo hizo tu padre, Cronos, contigo, y también lo derrotaste. No creo que sea la solución.

— ¿Qué propones, entonces?

— Podríamos dejarla aquí, la podríamos criar como si fuese otra semidiosa cualquiera. Que vaya a tener la oportunidad de derrotarnos no significa que vaya a querer hacerlo, si la tratamos bien no tendrá ningún motivo. Además podríamos tenerla controlada, sabríamos sus puntos fuertes y asegurarnos de que no desarrolle mucho sus habilidades.

— Pero es arriesgado, si ella vive aquí también conocerá nuestras debilidades. Y además ¿quien se la quedaría? No podemos dejarla bajo el cargo de un Dios menor —Hades no confiaba en que quedarse con ella fuera lo mejor, pero admitía que no tenía ningún otro plan.

— Es arriesgado, pero no hay otra opción. Tampoco podemos decírselo a ninguno de los demás Dioses, no deben enterarse de quién es, debemos quedárnosla uno de nosotros tres.

Se miraron entre sí, sabían que no había otra opción, pero ninguno quería criar a la chica que podría derrocar a los Dioses del Olimpo.

Semidioses (ZODIACO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora