Se despejó el humo negro y acre, ese que sólo la pólvora podía dejar tras su detonación y ahí fue donde la vi, la gigantesca bestia de guerra estaba herida de muerte; sus cuatro cabezas estaban inmóviles y era ya muy poco lo que escupían por sus múltiples bocas, aún así era majestuosa, era como ver morir a un dragón de fábula, como aquel que el mismo San Jorge mató.
Había millas entre nosotros y sus quejidos podían escucharse hasta mi puesto, eran una serie de gritos de dolor que sólo eran comparables con el llanto de miles de personas al ser arrastrados al pozo de llamas del inframundo y a pesar de ser sólo un comparativo, estoy seguro de que para aquellos al interior de aquel majestuoso monstruo, ese era el caso.
Otra serie de insultos e injurias salieron de las bocas de nuestro propio monstruo, ordenadas por el manda más en su torre de acero y cristal, todo encargado de ello obedeció de inmediato y las saetas incandescentes de nuestras armas se dispararon en contra de nuestro enemigo pero las mentes de todos nosotros no estaban enterradas en el odio absurdo o en la venganza que sólo trae ríos de sangre, estaba ubicada en el infierno que los hombres al otro lado, aquellos que cumplían órdenes al igual que nosotros y que tuvieron la mala suerte de no estar de lado de Dios. Hubo entre nosotros hasta quien oró con tal fervor que estoy seguro que hizo a los ángeles llorar, porque la lluvia arreció en ese momento.
De pronto el silencio llegó al terror de los mares y todos asumimos que se trataba del final, uno muy esperado por nuestros líderes pero lleno de pena para el marino común al saber que ese destino, el que ahora impartíamos a nuestros colegas al otro lado del catalejo, sería tarde o temprano el nuestro. Hubo vítores si, la victoria así lo manda, el alivio que trae el saber que vivirás así te impulsa a hacer pero la mente esa se queda con la zozobra de quien sabe que le ha entregado al mar más muertos que devolver en el día final y como si de un acto de misericordia se tratase, como si un caballero del pasado matase a caballo herido de su contrincante por no ver sufrir al animal, una última salva se disparó en su dirección seguido de una serie de explosiones tan altas que estoy seguro se vieron en las costas de casa y así se dio muerte al terror de los mares, la bestia de acero más grande jamás vista.
Así murió el "Bismarck".
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Muere la Bestia
Non-FictionUn cuento cortísimo que me inspiró la historia. Espero les guste.