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Him Chan y Yong Guk se encontraban sentados con una taza de café delante suyo.

─ Entonces vayamos hoy, ¿sí?

─ Him Ch…- el menor le hacía un puchero al pelinegro, el cual no pudo negarse ante su petición – de acuerdo –dijo luego de un suspiro- ¿en dónde dices que queda?

El castaño se emocionó al escuchar una respuesta positiva por parte d su amigo, aplaudió un par de veces y después bebió unos sorbos de su café.

Eran las 6 de la tarde, justo la hora en que el menor había citado a su amigo en la nueva cafetería que se inauguraba ese día en el centro de Seúl. El chico conocía todas las cafeterías del lugar, era un amante del café, en especial el americano.

Dicho chico se encontraba sentado en una mesa fuera del local con un vaso de agua en su zurda y recargado sobre la madera, mientras miraba a todos lados en busca del mayor. Suspiró, seguro el susodicho se había olvidado de su cita, o tenía algo más importante qué hacer que salir con él; cuando estaba a punto de pedir la cuenta un moreno agitado tomó asiento delante de él, disculpándose por el retraso de casi una hora. Ambos ordenaron un café, negro para el mayor y el castaño pidió un americano.

─ Creí que te habías olvidado de venir –reprochaba el menor.

─ Lo siento, había mucho tráfico y…

─ No importa, me alegra que estés aquí –ahora su tono ya no era de molestia, sino que era suave y mostraba felicidad, acompañado de una gran sonrisa.

Mientras su pedido llegaba ambos amigos se dedicaban tiernas miradas, sus manos estaban entrelazadas, las sonrisas en sus rostros expresaban el amor que se tenían, porque, a pesar de ser amigos ambos estaban enamorados del otro.

Cuando el mesero había dejado ya ambas bebidas sobre la mesa y Him Chan se disponía a beber dela suya, el chico frente a él se aclaró la garganta, tomó la mano ajena y le miró directo a los ojos.

─ Channie, desde que te conocí en la escuela, te convertiste en mi amigo, después pasaste a ser mi mejor amigo, luego de eso te convertiste en una de las personas más importantes en mi vida, siempre estamos juntos, todas las mañanas voy a tu casa y tomamos café, a diario te acompaño a pasear y pasamos toda la tarde juntos, incluso algunas noches –se aclaró la garganta de nuevo y sacó discretamente un objeto de su bolsillo- Ahora aquí, en este café, quiero que te conviertas en alguien aún más especial. Kim Him Chan, ¿aceptas ser mi novio? –mientras se lo proponía iba colocando un anillo pequeño, pero llamativo, en el dedo anular del joven, quien lo escuchaba con atención.

El aludido, que lo miraba y escuchaba atento, miró el brillante objeto en su dedo, sonreía dejando ver su característica sonrisa de ratón que lo identificaba; desvió su mirada al mayor y, asintiendo enérgicamente, le dio el sí a Yong Guk, ambos se acercaron tanto al otro hasta pegar sus labios y crear una suave danza que duró poco menos de un minuto.

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