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El mundo se sentía encapsulado a su alrededor. El sonido se abombaba tras sus audífonos, oyendose lejano y amortiguado. Sentía a los alumnos pasar por al frente del pupitre que compartía con su hermana Livia para sentarse en el lugar que escogían a elección, casi arbitrariamente. Para Tiberius nada lo era.

Su hermana ya había dejado los útiles sobre la mesa, apenas un cuadernillo de hojas rayadas y un bolígrafo azul. Estaba sentada descuidadamente con las piernas estiradas y la espalda apoyada sobre el respaldo, mirando de brazos cruzados al frente. Sabía cuán aburrida era la clase de ciencias para ella, y que en realidad hubiese preferido no perder su tiempo allí. Para él era diferente, le fascinaba.

Se inclinó a su derecha, hacia su mochila, para sacar lo que usarían en esa hora de clases. Abrió el cierre y sacó de ella sus útiles: su libro de biología, un cuaderno y con qué escribir. Antes de dejar la mochila donde había estado, se percató que en ella había un papel mal doblado color celeste, detrás de su cuaderno de matemáticas. Él nunca dejaba papeles sueltos dentro, por lo que lo tomó entre sus dedos totalmente intrigado.

Soltó la mochila que cayó con un sonido sordo al suelo, llamando la atención de Livia quien se inclinó con interés hacia él. Desdobló la hoja y estudió la caligrafía de las letras antes de su contenido; eran de un color negro y estaban escritas a mano con gran cuidado aunque no muy prolijamente, pero se notaba en el trazo el esfuerzo. Procedió a leer solo para él lo que allí decía.

Te dejaré algunas palabras debajo de la puerta. Debajo de donde la luna canta, por donde tus pies caminan. Si quieres, si lo deseas, encuéntrame.

Tiberius volteó a ver a su hermana, quien miraba con los labios apretados y el ceño fruncido el papel entre sus dedos. Cuando ella se percató de que él la estaba viendo, sonrió y volvió su vista al frente.

—¿Qué crees que signifique? —cuestionó con un cierto tinte de emoción. Ella suspiró y lo miró, acercándose.

—¿Tú qué crees? —Miró el papel y luego a su hermana, se encogió de hombros. Livia exhaló con fastidio—. Tienes un admirador secreto, Ty.

—¿Un admirador? —Se sorprendió.

—O admiradora… —dijo, no muy convencida.

Dio una última mirada a las letras en el papel, estudiando la forma de ellas y el mensaje. Metáforas, recordó, algo que querías decir de otra manera tal vez más simple o más compleja. Sus pies no caminaban por donde la luna cantaba, pero tal vez sí en la noche. Una sola frase allí tenía sentido en su cabeza, un desafío, un subjuntivo que le era imperativo.

Si quieres, si lo deseas, encuentrame.

—Livvy —llamó en un susurro, tratando de que el profesor dando la clase no les escuchara—, ayúdame a averiguar quién es.

—¿Una aventura de investigación? —dijo, anotando en su cuaderno lo que en la pizarra había—. No sé si quiera hacerlo.

—Por favor. —Miró con sus ojos grises al rostro de su hermana, apenas deteniéndose un milisegundo en sus ojos.

Ella suspiró y asintió, señalando al frente con su bolígrafo para que ambos volvieran a atender la clase.

···

Kit supo el exacto momento en el que Livvy Blackthorn dio la vuelta a la esquina, dirigiéndose decidida hacia el banco sobre el cual él estaba sentado. No tuvo que mirarla, sabía que ella estaba ahí. Siempre se hacía notar.

El banco se encontraba detrás del instituto y tenía vistas al campo y la autovía que pasaba por la localidad. Él estaba jugando distraídamente con su teléfono cuando Livvy se sentó junto a él.

Don't come any closer (but don't move away) « kittyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora