Notas: Es importante haberse leído la historia de "Mareas ardientes", del lore oficial, ya que va de acuerdo a este.
I.
Los perros, famélicos, ladraban bajo el cielo plomizo de La linde. Allí abajo, la luz se fundía con la densa bruma, exhalada por las oxidadas bocas de cobre de las fábricas. Una de las sarnosas alimañas se abalanzó a los tobillos de Graves, tratando de mordisquearlos. Este le propinó una patada. Una sardónica sonrisa se dibujo en el rostro de Tobías, quien contemplaba la escena.
—Pobre... —espetó mientras observaba al animal huir con el rabo entre las patas—. Debía tener hambre, y la carne podrida siempre les atrae.
Graves gruñó ante la burla y continuó andando. Notaba la cabeza embotada y la boca seca, jodidamente seca. Tenía una resaca de órdago. Tal vez, la botella de licor de hierbas y leche de Muai no estaba tan bien destilada como le prometió el tabernero que se la vendió anoche. El bullicio de la maldita ciudad le resonaba en los tímpanos como centenares de zánganos. La humedad del ambiente se pegaba a sus atuendos y le hacía sudar como un condenado. Descanso... eso era lo que necesitaba. Debería haberse tomado unos días de reposo para familiarizarse con el entorno, con los ciudadanos acomodados y recatados de aquella cuna de tecnología que era Piltover. Pero él estaba impaciente, impaciente por reparar el canon de su arma y volver a repartir tiros a diestro y siniestro. Era por eso que, ayer al mediodía, nada más anclar, Graves lo había sentenciado: Iremos mañana a Zaun, a arreglar mi chisme. Tengo un contacto allí. Si Tobías no se hubiese encogido de hombros, como a quien no le va ni le viene la cosa, y le hubiese dicho que se lo tomase con más calma, seguramente ahora estarían en Vistadorada, tomándose una copa y regalándose la vista con las virtuosas jovencitas que pululan por esos lares. Mas con lo único que podrían deleitarse esa calurosa tarde veraniega, sería con ver el descenso hasta el nivel inferior de Zaun a través de los cristales empañados del Aullido Creciente.
—Serán dos oros para los balcones superiores, cinco de plata para el centro y cincuenta de cobre para el piso inferior —. Anunció la correcta señorita que cobraba el pasaje a bordo de aquella enorme cabina que era el Aullido. "Dos oros... ¡y una mierda para la floreciente economía del lugar!" , pensó Malcom. No pensaba pagar esa cantidad, aunque irrisoria, para montarse en el infernal cacharro.
La situación era esta: tanto Tobías como Graves estaban arruinados. Ni un solo duro en sus bolsillos. Habían tenido la astucia suficiente como para pasar la noche por la gorra en una posada de mala muerte. Mejor dicho, Fate la había tenido. Debían darse presura y meterse de lleno en un tejemaneje que les otorgase el parné suficiente para vivir resueltos, y ojalá holgados, en Piltover.
Poco habían podido hacer en el barco mercantil en el que habían viajado los últimos y largos días. Si un solo incauto hubiese mostrado interés en los juegos de cartas, otro gallo cantaría; mas el único a bordo de la tripulación con ganas de apostar era un criajo con los bolsillos llenos... de canicas. Tampoco hubiesen podido asaltar a nadie, menos todavía sin un arma decente amparando su retaguardia; y ya ni mencionar que uno de los dos era un pobre diablo que no sabía dar una brazada en el mar sin hundirse.
—Si me lo permite, señorita, me gustaría echar un vistazo dentro. Somos gente de fuera y tan solo queríamos admirar la riqueza tecnológica de Piltover, sin poner un pie en Zaun. —dijo Fate, mirando de reojo el canalillo de la mujer. Era un pícaro discreto. Tenía un plan, por supuesto. Tan solo tenía que visualizar la cabina por dentro, una sola ojeada y... ¡sorpresa! Él y su magia tendrían un pasaje en primera clase y, lo más importante, gratis.
Graves tenía otra salida, aunque menos alentadora: saltar por el saliente de la estructura situada en el piso de abajo, una vez la nave comenzase su descenso.
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Razz. (Graves x Twisted fate)
FanfictionTras una década navegando por rumbos diferentes, el cauce vuelve a reunir a Malcom y a Tobías. La disidencia no es una brecha entre dos nómadas cuyo afán de correrías y riqueza supera, y con creces, el de cualquier otro. Brindándose mutua confianza...