I.
Un barquero sin rostro remaba a través de un río profundo y pantanoso, de aguas negras. Tobías era una especie de fardo maniatado y consciente a bordo de la embarcación que, por momentos, parecía encogerse. "¿A dónde me conduce?", hubiese dicho, si el don de la voz le hubiese sido otorgado; mas comprendió, con la sabiduría incierta que te otorga la ensoñación, que jamás había articulado palabra alguna. El agua se colaba por la madera podrida de la balsa; pero esta no se hundía. Los juncos, situados a ambos extremos de la rivera, se inclinaban a su paso, en una especie de cruel reverencia. "Ha desaparecido el sonido", espetó el barquero, sin mover los labios. Aquella lapidaria sentencia estremeció a Tobías tanto como si, en vez de haberse referido al sonido, se hubiese referido a la vida. Una aguda y desesperada tristeza se adueñó de su espíritu; de no haber sido por aquel prefacio, no hubiese sabido que el río desembocaba a las puertas de la muerte. Si aún existiera el sonido, se hubiese escuchado el ulular de la dama negra, esperando por su alma al final de aquel camino. De repente, un suave tintineo quebró la sentencia del silencio. Él desconocía si aquello había sido un influjo de su imaginación, alentada por la esperanza de la salvación. Deseó escucharlo de nuevo y el milagro fue concedido.
Regresó a la realidad.
Abrió los ojos de par en par para encontrarse con una mujer, alta como un roble, frente a él. Fumaba una pipa de vidrio añil. Al llevársela a la boca e inhalar el humo, reconoció en el ruido que surgía de su garganta el mismo sonido que lo había sacado de su sueño. Era una Gloriosa evolucionada, no le cabía duda alguna. De pies a cabeza, era más máquina que humana: sus extremidades estaban conformadas por una aleación de acero, con detalles de latón; tubos de cobre rodeaban su vientre y, en su pecho, una joya hexagonal y opaca servía de una suerte de núcleo. Parecía no necesitar ropa alguna que cubriese el armazón retorcido y extraño que era su cuerpo; mas, tanto en sus muñecas como rodeando su cuello, brillaban piedras preciosas a modo de decoración. Lo único humano que conservaba era el lado derecho de su rostro, y su cabello negro y lacio. Su ojo humano —el otro era una especie de esfera roja, brillando tras un monóculo— lo miraba con una rudeza aguamarina.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó con voz mecánica, similar a un burbujeo.
—¿Qué demonios hago aquí? —Tobías eludió la pregunta y lanzó la suya propia, tratando de incorporarse.
Al comprobar que estaba libre de toda atadura, el pícaro había comprobado sin discreción alguna sus bolsillos, en busca de su carta salvadora; se sorprendió al encontrarla justo donde la había dejado. No obstante, no podía huir: no tenía idea de donde se encontraba. El desplazamiento mágico, únicamente le servía si tenía una imagen diáfana del entorno al que moverse retenida en su mente.
Aquel espacio se asemejaba a una sórdida vitrina, suspendida en medio de la nada. Incluso el sol, que se filtraba a través de los altos cristales, parecía irreal; irradiando tal blanca y cegadora luz. A través del suelo, transparente, parecía correr un fino reguero de agua. Si el moreno pretendía luchar en tal campo, no le sonreiría la suerte: sin conocer la salida y con tan solo tres pilares rectangulares para ampararse, repartidos en la amplitud, poco podía hacer que no fuese arremeter con todo lo que tenía y rezar para que aquella enorme tipa no le devolviera el ataque.
—¿Encuentras interesante la arquitectura del lugar? —le espetó la desconocida, sabiendo que Fate estaba mirando de reojo el terreno—. Esas son esculturas minimalistas, de mármol negro.
—Me temo, señorita, que si me habéis traído aquí para que admire esas cosas espantosas, os habéis equivocado de hombre —sentenció Fate.
—No, no me he equivocado. En absoluto —La mujer alzó el brazo y, acto seguido, se abrió un pequeño compartimiento a la altura de su codo, de donde sustrajo un tornillo con energía hextech. Se acercó a Tobías, mostrándoselo de cerca—. Estás familiarizado con esta tecnología, ¿no es así?
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Razz. (Graves x Twisted fate)
ФанфикTras una década navegando por rumbos diferentes, el cauce vuelve a reunir a Malcom y a Tobías. La disidencia no es una brecha entre dos nómadas cuyo afán de correrías y riqueza supera, y con creces, el de cualquier otro. Brindándose mutua confianza...