Parte 3

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Hay una chica al frente de mi clase a la que es raro ver sonreír. Es alta, lista, linda y fuerte, y aun sigue ayudando a los compañeros que lo necesitan.

Sus amigas le cuentan chistes pero todo lo que consiguen es que cierre sus ojos y entre en su mente. 

No sé que es lo que le pasa, cada vez está mas rara, creo que debería preguntar, lo haré al terminar las clases.

Acabamos la clase de educación física, me dirigía a el aula de matemáticas, ya que era la siguiente asignatura.

¡Mierda! ¡Seré idiota! ¡Se me ha olvidado la camiseta en el vestidor! Salí corriendo a los vestuarios femeninos para coger mi camiseta olvidada. Hay alguien.

Ella estaba allí sin la camisa, en sus brazos podía ver algunos rayajos rojos, espera, no lo son.

-Esto... h-hola- dije para que notara mi presencia. 

Ella se asustó y se dio la vuelta.

-¡Que susto! Solo eras tu Sotokanda (Es el apellido de la protagonista)- Acto seguido se puso la camisa con la cual ya no se le veían las heridas de sus brazos.

-Sé que es muy entrometido de mi parte pero, ¿podría preguntar dónde te has hecho esas heridas?-

-Es solo...- Miró las heridas remangando se la camisa, con una mirada fría- mi gato- levantó la mirada, regalandome una sonrisa, pero una llena de tristeza.

-Y, ¿por qué estas aquí Sotokanda?- siguió comentando mientras me daba la espalda para guardar sus cosas en la mochila.

-Yo solo vine a por la camiseta que se me había olvidado.- contesté.

-En se caso te ayudaré a buscarla, no hay prisa, íbamos a llegar tarde de todos modos- dijo calmada mientras miraba debajo de una banqueta. 

Después de un rato buscando la camisa en completo silencio la encontramos.

-Oye Sotokanda- dijo de la nada mi compañera- ¿quieres irte?

-¿A qué te refieres?- no entiendo muy bien. 

-Me refiero a si quieres venir a mi casa, no me apetece seguir en el instituto por mucho más, por un día que nos saltemos las clases no va a pasar nada.-

Eso la verdad no me lo esperaba de ella.

-Está bien.-obvio que iba a aceptar, yo también estoy cansada.

Estamos en la puesta de una enorme casa, y mi amiga esta sacando las llaves de su mochila.

-Sientete como en tu propia casa.-

Estuvimos hablando, jugando, riendo. Nunca pensé que pudiera pasarmelo así de bien. Pero a pesar de eso hay algo que me llama la atención, y no es que no estén sus padres, eso no es tan raro, yo apenas veo a los míos. Lo que me llamó la atención fue que no vi a su gato por ninguna parte, sé que la casa es grande y todo eso pero no he visto ni un comedero, ni un juguete, nada.

-Oye-dije para llamar su atención- no he visto a tu gato por ninguna parte.

-Si, es normal.- parece nerviosa- Bueno, se está haciendo tarde, creo que deberías ir a tu casa ya.-

-Si, claro-

Una vez ya en la puerta me despedí y le di las gracias y ella a mí.

-Muchas gracias, de verdad, Sotokanda, me has regalado el mejor día de mi vida.-parecía muy alegre pero a la vez apenada.

-No hay de qué, además debería ser yo la que te diera las gracias.-tras este último comentario me fui.

Estaba a unos pocos pasos de la puerta cuando la oí gritar mi nombre.

-¡Sotokanda!- está a punto de llorar, se le nota en la voz-¡En realidad, yo... yo...! No tengo gato. ¡Era una estupidez, lo siento, ya te dejo irte!- se metió corriendo en su casa, parecía que ahora estaba llorando, pero ¿por qué? Mañana le preguntaré.


¿Cómo puede alguien tan perfecto...?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora