2015
— ¿Porqué una secuencia de genes no puede declararse propiedad intelectual?
— No se puede patentar algo que usted no creó. Solo lo descubrió.
— No me supe explicar, señor Ministro: esta secuencia de genes fue creada en nuestro laboratorio, no existía hace seis meses.
2025
Como un enjambre de abejas africanizadas huyendo de su cautiverio, la nube de mosquitos Aedes salió de sus criaderos. Pero no ocurrió debido a una equivocación o negligencia, fue un acto deliberado. Las cajas de plástico se habían abierto de par en par y la gran nube se dispersó rápidamente en el aire. Fue la negra columna de humo de un incendio infernal que a los ojos de cualquiera en ese momento habría parecido solo un petardazo.
— Ha estado lloviendo mucho, no tardarán más de unas cuantas semanas en reproducirse.
— No se, ha habido casos de dengue hemorrágico y están fumigando. ¿Qué va a pasar si los matan a todos?
— ¿Alguna vez la humanidad ha podido exterminar alguna plaga?
— La viruela ya no existe y fue una plaga en su momento. El esquema de vacunación la erradicó.
— Confundes las cosas, querida –Rió mientras encendía un cigarro dentro del laboratorio— Estos mosquitos son el esquema de vacunación, no la plaga.
2040
El transporte colectivo levitaba a pocos centímetros del césped, sin hacer más ruido que el de la brisa que desplazaba por sus costados. Sobre la cinta del andador peatonal una jauría de perros policía patrullaba el barrio y uno de ellos se detuvo a escanear las placas del colectivo que pasó a su lado, para luego continuar olisqueando cada muro, cada toma de agua y cada pórtico que se encontraban iluminados por el sol de la tarde.
Dentro del colectivo un niño de tres años estaba sentado en el regazo de su madre, y no dejaba de ver al hombre de piel verde sentado junto a él, vestido con chaqueta y pantalones hechos de una fibra translúcida que hacía cincuenta años hubiera dado la impresión de ser plástico. El hombre no tenía la mirada perdida como el resto de los pasajeros, sino que observaba la jauría de perros, que rodeaban a un anciano vagabundo y agitaban sus colas-antena mientras lo reconocían.
El niño no dejaba de mirar al hombre de piel verde, era el primero que veía en su vida.
El hombre de piel verde giró la cabeza y se encontró con los ojos claros e inquisitivos del niño, que tenía la boca entreabierta mientras lo observaba.
— Hola. ¿Soy el primer AutoT que ves?
— Disculpe a mi hijo, es la primera vez que sale de la casa. ¡Niño, no veas al señor, es de mala educación!
— Está bien, no me incomoda –Sonrió—Vas a ver muchos más como yo conforme crezcas, ve acostumbrándote.
La madre sonrió de forma nerviosa.
A diferencia de su retoño, a ella no le parecía una curiosidad: le incomodaba el aroma a epazote y albahaca que el tipo sudaba. Le incomodaban los cloroplastos conviviendo en pecaminosa simbiosis con las mitocondrias de sus células, exhibiéndose en la superficie de su piel. Le incomodaba lo negro de su vello corporal y sus ojos. Le incomodaba sobre todo saber que los AutoT no comían lo mismo que las otras personas, que aunque sudaran no sentían nunca sed porque absorbían el agua del aire. Le incomodaba que no fueran como la gente normal, como ella, como su hijo y como el resto de los pasajeros del colectivo.