Amigo

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     El sol caía sobre el río, iluminando el agua, viéndose rojiza y rosada. Allí, lo único que se oía eran las olas rompiendo contra el muelle.

    Amy Lestrange, una niña de diez años, con pelo marrón que le llegaba poco más abajo de los hombros, ojos café muy brillantes y una piel blanca como la misma nieve. Observaba el atardecer en silencio, sintiendo una gran paz.

     Un ruido la sobresaltó: parecían pasos y un llanto, apenas audible. Se dio vuelta, y se encontró con un niño, de ojos grises, pelo negro brillante que le llegaba hasta la nuca y un poco alto; aunque no aparentaba ser mucho mayor que ella.

—Lo-Lo lamento, no quería molestarte—dijo tartamudeando el chico, al ver a Amy observándolo. Se limpió las lágrimas y continuó, al ver que ella no hablaba- Soy Sirius Black, un placer conocerte, disculpa si te molesté- concluyó, dejando de llorar.

     Amy tardó en contestar ya que estaba en shock, no hablaba con nadie que no fuera su familia desde que tenía ocho años.

—Ho-hola, n-no es mo-molestia— respondió, al salir de su estado de sorpresa.

—Gracias— Sirius le sonrió.

—Se que no me incumbe, y perdón si molesta, pero ¿Por qué estabas llorando?

—Me peleé con mi familia— afirmó simplemente— ellos creen en la "pureza de sangre" y yo estoy en contra de eso— confesó. Él había notado que ella era una bruja porque llevaba consigo un libro de magia de Hogwarts. Tenía magia avanzada, era de tercero, quería aprender para no equivocarse, no como aquella vez...

—Entiendo, mis padres tienen los mismos ideales, aunque yo no los apoyo— le hizo una sonrisa cómplice.

—Disculpa, pero ¿podrías, por favor, decirme tu nombre?— pidió Sirius, rompiendo el silencio.

—Amy Lestrange, disculpa por no haberme presentado antes, es que no estoy acostumbrada a hablar con gente— habló suave y con un deje de tristeza.

—He oído hablar de ti, nuestras familias se conocen por sus ideales, y muchas veces escucho hablar de una tal Amy Lestrange, que debes de ser tú.

—¿Ah, si? ¿Y qué dicen de mí?

—Eh, buenoo... q-queee- tartamudeaba sin decir nada.

—Dilo sin miedo, mi familia lo dice, no tú— contestó segura.

—Dicen que eres rara, que pasas todo el día estudiando y leyendo, que no socializas, que no has hablado con nadie que no sea de tu familia desde hace dos años— la miró serio esperando su reacción.

—Bueno, todo lo que dicen es cierto.

—Entonces, ¿no has hablado con nadie, excepto tú familia, en dos años?

—Correcto— dijo con el mismo tono de voz de los videojuegos muggles.

Lo lamento.

—¿Qué lamentas?

—Que no hayas hablado con nadie, que yo te haya molestado e incomodado con las preguntas— contestó en modo de disculpa.

—No te disculpes, no es tu culpa que no hable con nadie y no molestas, disculpa yo por haber sido tan cortante al principio— él solo le sonrió.

—Mi casa de verano se encuentra cerca de aquí— dijo Sirius después de un rato de silencio.

—La mía también— respondió feliz.

—Tengo que irme, se está haciendo de noche. Si quieres puedo venir mañana así nos conocemos un poco más, si quieres, claro. Se que no te gusta mucho socializar, conmigo no te sientas en el compromiso de decir sí si no quieres— Amy sonrió al escucharlo hablarle así, tan sincero, sin mentiras. Había olvidado lo que era tener a alguien con quien hablar, extrañaba ese sentimiento. Aunque tenía miedo de acabar como cuando era menor... aún así, ahora ella era diferente, no volvería a pasar lo mismo...

—Claro, no hay problema, y... gracias— respondió súper feliz, aunque lo disimuló bien.

—¿Gracias?

—Si, por preocuparte de que me sienta segura, por escucharme.

—De nada, supongo que es lo que hacen los amigos ¿no?— ¿amigos? Se preguntó Amy, se acababan de conocer. Aunque le caía muy bien, no lo conocía.

—¿Amigos?— preguntó, dando entender lo que pensaba.

—Si, supongo. Si quieres— respondió bajando la mirada, sintiéndose triste, ya que aunque él sí tuviera amigos, nunca había tenido una tan ¿interesante? ¿rara? Él no lo sabía, pero de algo estaba seguro, quería conocerla. Sabía que no la conocía, pero aún así, quería que estuviera feliz...

—Si, supongo— dijo ella dudosa.

—Bueno, genial. Nos vemos— se despidió Sirius.

Ella se quedó un rato más recordando cómo era ella antes; tan imprudente, bromista, valiente, graciosa, inteligente (aunque aún lo era), amable (en ese momento lo era más), un poco egocéntrica si cabe destacar.

Volvió alegre a su casa al haber hecho un nuevo amigo. Ya no se sentía tan sola.

—Llegas tarde— afirma una mujer alta, delgada y con una mirada fría. Era la madre de Amy.

—Perdón, perdí la noción del tiempo— mintió.

—No me extraña oír eso de ti, pero la próxima vez tienes que llegar antes.

—Si.

—¿Si, que?

—Si, madre.

—Ahora si, ¡VETE A TU CUARTO, SIN CENAR, POR FALTARME EL RESPETO DE ESA MANERA Y POR LLEGAR TARDE!— Amy asintió triste y fue a su cuarto. En el camino, un chico y dos chicas comenzaron a reírse de ella.

—¿Tú nunca cambias, no?— rió la mayor de todos— ¡Tan tonta, tan mala, egoísta e irresponsable capaz de llegar a esta hora!— dijo, imitando la voz de su madre.

—Permiso, Brooke— respondió Amy, ignorando su comentario.

—Ahora vienes a hacerte la fuerte ¿no? Después de llorar dos años por lo ocurrido. ¡Ja! Patética.— añadió su hermano Calvin.

—No me hago la fuerte, tan solo estoy pidiendo permiso porque necesito pasar.

—¡Vengan a cenar!— gritó su madre cariñosamente, al saber que Amy no iba a cenar con ellos. Sus hermanos se fueron encantados.

Amy Lestrange y los merodeadores (Sirius Black) "A pesar de todo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora