Por las calles bulliciosas del mercado, Pablo buscaba al Profesor.
Las columnas de mármol verde proyectaban las dobles sombras de los soles naranja de Allatu; los atardeceres siempre eran más largos en los sistemas binarios. Las palmeras, claramente importadas de la Tierra -Pablo desconocía la especie, pero si tuviera más tiempo, y una lupa, la podría haber identificado- se mecían con la brisa del mar turquesa que traía un leve aroma a óxido; los mares de Allatu tenían aún mucho hierro disuelto, signo de un planeta joven, recién terraformado. Pablo tomaba notas mentales; el Instituto que hizo este trabajo era bastante bueno. Y no era fácil terraformar planetas alrededor de estrellas binarias. Ser hacedor de mundos no era para cualquiera.
El mercado, mientras tanto, tenía los aromas de la fruta y el perfume, de los quesos especiados y las carnes curadas, el barullo de una ciudad mercantil. Botellas de cristal retorcidas en formas imposibles, cajas que brillaban con luces esotéricas, pilas de especias extrañas, y todas esas chucherías que atraían a los mercantes espaciales, o a las mentes curiosas.
En el atardecer, naves mercantes flotaban plácidamente, en un mar de nada, esperando a la siguiente carga. Quién sabe desde donde habrán venido a este pequeño espaciopuerto de frontera. Claramente vinieron de muchos mundos, porque personas de todas las especies de la galaxia recorrían las calles. Pasando por la pareja de barbudos Huantaris y una alta Olikar buscando alfombras para su nido, Pablo se ajustó el sombrero a medida que el segundo sol desaparecía en el mar. Pensó que el Profesor Uxar, siendo un Axituano, sería más fácil de encontrar. Después de todo, es difícil perder a un ser reptiliano de 2 metros con escamas esmeraldas envuelto en túnicas (¡no era de extrañar que los primeros astronautas humanos los confundieron con dragones!).
Pero cuando Uxar se quería quedar a estudiar algo que le interesaba, podía parecer una estatua excesivamente decorada de algún templo perdido, quieta, soñadora, pensando en mundos vivientes, eternas historias naturales, formaciones planetarias, y composiciones atmosféricas.
O capaz en comida. Uno nunca sabe.
Pero ahora que Pablo había encontrado las partes que necesitaba, ya se quería ir. No le agradaba mucho el ir-y-venir de los espaciopuertos. Y tampoco que el Profesor se distraiga con todas las baratijas de los mercaderes.
El joven lo encontró, finalmente. parado en el medio de la plaza, admirando una botella de cristal rosado, exquisitamente decorada. De su larga túnica cubriendo su encorvado cuerpo, pendían, casi cayendo, infodiscos, aparatos electrónicos anticuados, y una biblioteca entera de libros antiguos.
Era una maravilla que no le hayan robado nada aún.
-¡Profe! -Le dijo Pablo. Ya habían pasado varios años desde que Pablo Octavio Marchi había adquirido el título de Terraformador, y el viejo Uxar ya no recordaba cuantos doctorados tenía, pero el alumno nunca perdió la costumbre de decirle "Profe".
-¡Ah, Pablo! ¡Ven, mira esto!
Antes de que Pablo pudiera decir nada, le dio la botella. Notó que solo parecía pequeña en las grandes manos de Uxar; parecía tener al menos medio litro. Tenía un profundo aroma a rosas.
-Se la compré a una encantadora jovencita humana, ¡era parecida a ti!- probablemente no, pensó Pablo, pero para Uxar todos los humanos eran parecidos... -...me dijo que es Agua de Rosas. Un perfume, ¡pero se puede usar como aromatizante para los postres, también! Maravilloso... Una especialidad de... Persia, me dijo. ¡Pero hecha con rosas plantadas aquí, en Allatu! ¿Conoces Persia?
Pablo decidió no pensar mucho en cuanto habrá costado esa botella.
-La verdad que no, Profe. Creo que queda en la Tierra.
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Hacedores de Mundos
Science FictionLos planetas con vida son un tesoro precioso, un ideal difícil de lograr. Crear mundos vivientes es mucho más que un simple logro de la ingeniería, es una forma de arte; sólo unos pocos pueden tener el título de Terraformadores. La astronave Humbolt...