Capítulo 3.

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Desperté en una sala. Tenía una ventana pequeñísima que estaba recubierta con rejas y por que entraba poquísima luz. No podía ver casi nada. La sala tenía un olor a humedad muy fuerte y se oían goteras por doquier.

Yo estaba sentada en una silla bastante incómoda que hacía un ruido muy desagradable cuando hacía el mínimo movimiento.

Tenía un trapo atado alrededor de mi cabeza, pasando por mi boca, impidiendo que pudiese hablar. 

Mis manos estaban fuertemente atadas al respaldo de la silla. Dolía mucho. La cuerda que rodeaba mis manos era muy fina y tenía textura como de paja. Estaba realmente apretada.

Mis pies estaban al descubierto y estaban atados con la misma cuerda que cubría mis manos. Dolían bastante.

Estuve en silencio unos tres minutos mientras observaba todo a mi alrededor y entonces rompí a llorar. 

Lloraba, lloraba, gritaba, movía la silla...Nada. ¿Estaría sola en aquella sombría habitación?

Pasaron aproximadamente 20 minutos y la puerta se abrió. Poco a poco. El miedo me recorría todo el cuerpo como un rayo. Los vellos de mi brazo se levantaron y cuando la puerta terminó de chirriar pude apreciar la cara de aquel...Cabrón.

-Vaya, vaya. Qué guapa es la jovencita que me ha traído Yolanda.- Dijo el hombre con una risa burlona. 

Yo miré al suelo, la luz que ahora había en la sala era muy intensa. Me costaba mantener los ojos en alto. Me dolían y me escocían de tanto llorar. 

-Eh, mírame cuando te hablo.- Dijo el hombre en tono serio y amenazador.

Yo mantuve la mirada baja y vi que se me acercaba. Mucho. Demasiado. Dios mío...

-Te voy a quitar la venda de la boca, pero como se te ocurra gritar...¡Jajaja! Tendrás que sufrir una grave tortura, ¿vale zorrita?- Me susurró al oido.

Me quitó la venda lentamente mientras una lágria se resbaló por mi mejilla.

-¡Habla!- Gritó.

Yo me asusté y pegué un bote en la silla.

-T-tengo...frío.- Dije con voz baja ya que casi no podía hablar por haber gritado tanto anteriormente.

-¡Oh! Pobrecita. Mira, yo no voy a hacerte daño a menos que me tientes. Solo quiero...Jugar contigo.- Habló muy seriamente y me miraba a los ojos con una mirada profunda.

Asentí mientras hacía una mueca para empezar a llorar de nuevo.

De repente se agachó y...Me bajó los pantalones. 

Le miraba con los ojos abiertos como platos. Intenté gritar varias veces pero la voz no me salía, hasta que por fin...

-¡PARA!- Grité con todas mis fuerzas.

Sin ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora