Londres, Inglaterra 2004

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Freya Aldrich se encontraba en su habitación escondida bajo la cama, abrazando a su oso de peluche "Roko" como ella solía llamarlo, aquel era su lugar seguro, un lugar al que acudía cada vez que las cosas entre sus padres se ponían feas.

Esta vez su padre, el señor Stephen, no había llegado a dormir la noche anterior y su madre comenzó a tirar las pertenencias de este para después prenderles fuego en el patio delantero mientras maldecía en voz alta jurando que aquella seria la ultima vez; Freya sabia que las cosas empeorarían en cuanto amaneciera y su padre entrara a la casa furioso por ver sus cosas reducidas a cenizas por las ardientes llamas, así que la pequeña tomo a Roko con su mano izquierda y lo apretó con fuerza, cerro la puerta de su recamara y camino muy despacio para evitar que su madre la escuchara ya que se supone que debería estar durmiendo, se recostó en su cama aun con el oso en brazos y cerro sus ojos con fuerza deseando que sus padres no pelearan más. A la mañana siguiente Freya despertó sobresaltada debido a los gritos de su padre e inmediatamente se metió bajo la cama, no había nada que pudiera dañarla si ella se encontraba allí dentro, en su "Fortaleza".

- ¿Porque quemaste todas mis cosas? - La voz se su padre se escuchaba entre cortada, había estado tomando.

-¿Porque no llegaste a dormir anoche?- Los sollozos de Eva se escuchaban hasta la habitación de la pequeña en el segundo piso.

Frey odiaba escuchar a su madre llorar, jamás la había visto porque siempre estaba refugiada en su fortaleza pero aún así alcanzaba a escuchar todo, no podía imaginar el sufrimiento de su madre cada que su padre tenía una nueva amante, la pequeña había comenzado a odiar a su padre, una niña de siete años no debería odiar a ninguno de sus padres pero para ella era inevitable ese sentimiento de odio y rencor, había escuchado a su madre llorar por horas, sus sollozos la despertaban en la madrugada, Stephen estaba destruyendo la vida de Eva cada día más y Freya no podía hacer nada para impedirlo.

- Estaba... - Su padre no concluyó la oración ya que fue interrumpido por Eva.

- Estabas con otra ¿verdad? - Freya deseaba que su padre lo negara, que dijera cualquier otra cosa, cualquier mentira para que no hiriera más a su madre.

- Si, estaba con otra y ¿sabes porque? - El corazón de la pequeña se contrajo y lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas - Por qué ya estoy harto de este matrimonio, tú ya me tienes harto ¡YA NO TE AGUANTO! - ¿Como era posible que el hombre que en algún momento fue su héroe ahora se convirtiera en su peor temor?.

- Si es así puede largarte de la casa, las puertas están bien abiertas para ti - Frey salió de su fortaleza, corrió hacia la puerta de su habitación y se detuvo unos segundos a pensar si sería buena idea salir.

- Me parece perfecto, me largo de aquí - Un ruido estremecedor asustó a la pequeña, parecía como si algo de vidrio se hubiera quebrado, definitivamente no saldría de su habitación - ¡ESTAS LOCA! - La puerta principal se cerró de golpe, como si la hubieran azotado con fuerza, ¿Acaso su padre de verdad se ira?, ¿de verdad abandonaría a su madre?, ¿la abandonaría a ella?.

Escucho el motor del carro al encenderse y no lo pensó más, abrió la puerta de su habitación y corrió lo más fuerte que pudo por el pasillo de madera, tardó unos segundos en llegar al barandal de las escaleras y miró hacia abajo, su madre estaba de rodillas en el piso llorando, verla ahí fue la peor sensación de su vida, volteó su mirada hacia la puerta y en el piso había cristales rotos, ella no sabía de dónde eran pero eso no le importaba, el carro estaba avanzando, podía escuchar las piedras crujiendo bajo las llantas.

- ¿Papá? - Eva levantó la vista hacia su hija, Freya hubiera deseado que no lo hiciera nunca porque eso la destrozó, la mirada de su madre estaba diferente, triste y apagada, hubiera deseado jamás verla así.

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