Betty

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Pasaron los años y yo seguía igual, me mude a Geneva, comencé a dar clases de literatura en una inmensa preparatoria para señoritas, solo y recién divorciado. Estaba tan solo que comencé a recurrir bares a beber tequila ya que mi Betty no volverá le dije al mesero: Tráigame más ron, busque cuatro prostitutas de las más caras de la "Rue de Parle" (Centro sexual al sur de Ginebra) prostitutas iban y venían y ninguna lleno el vacío que dejo Betty, a muchos le surgirán la interrogante ¿Quién era Betty?, ¿Como la conocí?, Betty una inocente colegiala la cual yo era su profesor, su belleza era tan exótica, piel trigueña, ojos café que en el sol se tornaban dorados sus ojos eran un misterio que nadie lograba descifrarlo, su cabello desaliñado parecía una cascada de oro puro que surgía del interior de Egipto, recuerdo la primera vez que la vi, siempre estaba sola con un libro en la escalera de la escuela, siempre admire su inteligencia, su forma de ver las cosas pero sabía que algo escondía y estaba loco por descubrirlo.

Fui invitado al baile de beneficencia de los Ferrara unas de las familias más adineradas de Ginebra muchos decían que tenía una hermosa hija, gran sorpresa me lleve la hija de los Ferrara era Betty la alumna que todos la consideraban invisible pero para mí se hacía de notar, esa noche la vi entrar con un vestido rojo de marca Chanel, un labial rojo que resaltaban sus carnosos labios, trate de ignorar pero era imposible porque su belleza era tan deslumbrante que admirar su belleza se convirtió en una adicción, no pude aguantar y me pare de mi silla tome su mano y me concedió una pieza, bailamos toda la noche.

Termino el baile y la madrugada se me era reconfortante, noche de insomnio la madrugada entera pensé en la hermosa chica de la mansión Ferrara, yo un depravado sexual de 39 años, ella una inocente niña de 14, yo era fuego en invierno y ella era la leña que lo mantenía encendido.

Llego el lunes y yo estaba ansioso por ver a esa chica trate de ser discreto pero mis lujuriosos ojos me delataban, entre a la biblioteca a su lugar favorito, comenzamos hablar de lo maravillosa que fue aquella noche pero había algo que notaba en ella, no era feliz me contó que sus padres la maltrataban y tenía que llevar la culpa de la muerte de su mejor amigo, éramos tan similares, mismos gustos musicales, amantes de la filosofía, libros de erotismo, placer y sadomasoquismo, la chica era toda una biblioteca, amante de Platón.

Tuvimos varias citas, los momentos con ellas fueron los mejores, caminamos por la playa ella tomo mi mano eran tan suaves como una pluma, había algo esto se estaba intensificando, caminamos junto en un jardín de girasoles y me robo un beso, sus labios eran suaves, dulce como la miel, ella era una droga y yo un adicto.

Nuestro amor era un secreto solo ella y yo y el resto perdía importancia.

Tenía sed de ella, la bestia lujuriosa que había en mi acababa de despertar, invite a la inocente chica a mi casa con mis segundas intenciones, eran las 5:00 pm ya había llegado a mi casa, estábamos en la sala besándonos y de repente ese cosquilleo incontrolable que te recorre el pecho y el estómago, puse algo de música para preparar el ambiente, la cargue en mi brazos para llevarla a la cama, volvimos a besarnos nuevamente, comencé a tocarla primero sus cenos pequeños pero firmes luego sus nalgas después su vagina, comencé a masturbarla hasta que llego a su orgasmo, volví a besarla iba bajando lentamente, lamí sus cenos, pase mi lengua por su abdomen, escuchaba como su respiración se iba poniendo tensa, baje al pozo de las maravillas donde se escondía su inocencia, su fluidos eran un néctar que saciaban mi sed, vende sus ojos, la hinque y comencé a azotarla cada vez pedía más y más aún recuerdo su voz donde me decía: compláceme, penétrame ya, con un pequeño mordisco en sus labios, abrí sus piernas y robe la poca inocencia que le restaba, sus gemidos eran como un grito de un ángel.

Nunca tuve mucha fe en el amor o los milagros,
nunca quise poner en juego mi corazón,
pero nadar en su mundo,
era algo espiritual. Volvía a nacer de nuevo,
cada vez que ella pasaba la noche conmigo
porque hacer el amor con ella me llevaba al cielo,
porque me hacía sentir,
que me habían dejado encerrado fuera del cielo por mucho tiempo.

Me hacía ponerme de rodillas,
me hacía testificar, ella podía hacer que un pecador cambie sus costumbres, que abra sus puertas, porque
no puedo esperar a ver la luz,
y justo ahí es donde quiero estar.

Pasaron varios meses mis sentimientos por ella se iban intensificando más y más, ella se había convertido en una chica fría incapaz de sentir, la había convertido en una persona que solamente le importaba el sexo. Ya era invierno aquí en ginebra decidí dar una paseo por la Rue de Berna, admirando la belleza del sur de la ciudad vi a mi Betty de la mano de un joven entrando a un hotel, mi amada me engañaba, me sentí triste incapaz opte por el suicidio pero me di cuenta que yo no era el que tenía que morir. La volví a citar a mi casa pero esta vez con intenciones diferentes, ella creía que todo estaba igual pero no, bebimos whisky el más viejo de la reserva, mi Betty era toda una promiscua, la cargue y la lleve a mi cama para hacerle sexo por última vez, su ultimo orgasmo, su ultimo gemir, la ate a mi cama, saque un cuchillo afilado y una funda, la asfixie y cuando estaba agonizando la comencé a apuñalar, tuve sexo con su cadáver pero esta vez sus manos estaban frías, su cuerpos pálido, sus labios cuarteados no tenían la misma textura, ya no escuchaba su gemir. Ya nada era igual, su sangre era como una mancha indeleble me miraba las manos por más que lavaba no podía borrar su sangre de mis manos, me convertí en una bestia, fui capaz de destruir lo que más amaba, los momentos con ella eran la morfina para mi dolor pero ahora no está, llora alma mía porque mi Betty ya no volverá, su desinterés, su frialdad, sus orgasmos fingidos, su traición, me convirtieron en lo que soy ahora un vil asesino.

Pasaron los años me mude de Ginebra, nadie supo quién asesino a la inocente e intelectual niña de la familia Ferrara hasta que no aguante y me entregue, ahora estoy aquí en una cárcel esperando con ansías mi ejecución.

El nombre del asesino de Betty no fue mencionado porque se mantiene en el anonimato.

Por: Manu Rojas

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