27 de noviembre de 1976
Roger Meddows Taylor conducía tranquilamente por las oscuras calles de Londres. Eran las tres de la mañana exactas y la penumbra de la carretera solo era ligeramente iluminada por unas pocas y tenues farolas que se alzaban a cada lado de la misma. Era una noche fría de finales de noviembre. El calor que el mismo cuerpo de Roger parecía desprender y la calefacción encendida del vehículo contrastaban con la helada que parecía sucumbir a la capital inglesa.
No podía negar que lo disfrutara. Roger siempre había sido un muchacho que se decantaba más por el invierno y que aborrecía los veranos secos y calurosos.
Los relámpagos iluminaban durante unos segundos toda la ciudad y las fuertes y constantes gotas de lluvia golpeaban con fuerza los cristales. Le costaba ver la carretera delante de él, suerte que ya era tarde y pocos eran los coches que circulaban a esas altas horas de la noche.
Sujetaba un cigarrillo entre sus labios dando caladas de vez en cuando y al mismo tiempo que tarareaba una canción de Elton John que en ese momento se escuchaba a través de la radio. El tabaco le ayudaba a relajarse. Siempre lo había hecho. Bien es cierto que su novio, Brian, aún no lograba comprenderlo y siempre que podía le sermoneaba con sus eternos discursos llenos de advertencias y reproches. Eso solo conseguía enfadarlo y ambos acababan discutiendo. Pequeños problemas que siempre se solucionaban con sus tan amadas noches de pasión tras desquitarse con sus desacuerdos.
Tuvo que apagar la radio cuando las canciones comenzaron a aburrirle. Llegaba un punto de la noche en que solo ponían aquellos viejos temas que no le interesaban a nadie solo para hacer tiempo hasta la mañana siguiente. Aunque la buena noticia era que ya se estaba acercando a su destino.
Aparcó al lado del coche de su novio el cual estaba viejo e inutilizado. A Brian no le gustaba conducir y mucho menos ahora. No lo entendía pero lo aceptaba. Roger era un gran amante de los coches y conducir significaba para él una de las grandes maravillas del mundo. La velocidad le otorgaba sensaciones de libertad y adrenalina que ninguna otra cosa podía otorgarle. Pero también amaba a su novio por lo que muchas veces se privaba de su pequeño hobby.
No le importó la fuerte lluvia que aún embarraba las calles. Tiró el cigarrillo nada más abrir la puerta y puso los pies sobre el encharcado asfalto. El helado ambiente no le erizó la piel como muchas veces antes había antes había hecho y la lluvia mojándole el pelo no le molestó en esta ocasión. Caminó con tranquilidad hasta los escalones del porche y los subió uno a uno, tomándose su tiempo y preguntándose al mismo tiempo cómo se encontraría su pareja esa noche.
Sacó las llaves del bolsillo de su abrigo y las introdujo en la cerradura. Empujó la puerta para abrirla y pronto su pequeño cuerpo se vio arropado por la calidez de ese hogar que tanto conocía. Sonrió con comodidad. Para él también se había convertido en un hogar. Cerró la puerta detrás de él y dejó el abrigo y la bufanda en el perchero al lado de la puerta. Observó curioso la estancia. La madera del suelo rechinaba a cada paso que daba y el recibidor parecía víctima de la oscuridad propia de una casa abandonada.
No se sorprendió.
A pesar de la calidad siempre era así.
Sus suaves y lentos pasos lo llevaron hasta la puerta de la cocina la cual empujó con una de sus manos para terminar abriéndola del todo. Allí sus ojos se encontraron con la silueta de una persona acurrucada sobre una silla de madera blanca. Los rizos de Brian cubrían por completo el rostro que tenía hundido en sus rodillas. Un vaso de vodka descansaba sobre la mesa frente a él junto a una botella de cristal vacía.
Roger permaneció estático unos segundos. Suspiró con cansancio y agachó la mirada, como si aquella fuera una situación cotidiana y de nuevo le tocara vivirla como hacía a diario. Nada demasiado lejos de la realidad.
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Let me fly • maylor
Fanfiction❝Hay personas que vuelan sin darse cuenta. Volar de amor es lo más cautivador. Volar en libertad es lo más bello❞ 𝑶𝑵𝑬-𝑺𝑯𝑶𝑻