Prólogo.

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La brisa suave golpeaba contra el pequeño pueblo cerca de la ciudad. La tenue claridad del sol se asomaba entre las pequeñas colinas del paisaje, anunciando que se escondería pronto para traer la refrescante noche al lugar. Aquello sólo emocionaba al pequeño niño que jugaba en el patio de su casa, disfrutando de la sensación que le otorgaba el atardecer más pacífico que ha visto a sus cortos cinco años.

Admiraba sus manitas cubiertas por el barro, le encantaba poder jugar con libertad cuando sus padres no estaban. Podía imaginar ser un perrito libre en un gran campo de flores silvestres, comiendo a esas mariposas que le daban miedo y huyendo de sus problemas. Sus más horribles temores que solo lo hacían sentirse lo peor del mundo, un error; porque a pesar de querer fingir lo que no es, nunca olvidaría lo que tenía que pasar cada día que sus padres estaban ausentes.

Creía plenamente que era lo mejor del día. De esa manera puede estar con su amigo JiHoon, o como él le apoda, Woozi; ese niño de piel nívea y ojos pequeños como los de un gato. Algunos días él llegaba a su casa para jugar a las escondidas o al barro, los mismos juegos con el mismo divertido niño.

"¡Es muy divertido!" Exclamó el niño con ojitos de gato, limpiando sus pequeñas manos sobre su ropa bien planchada. Le entregó una sonrisa al castaño.

No obstante, su felicidad se esfumó, al percatarse de la mirada perdida de su amigo. Iba a girar sobre su eje pero su acción se vio interrumpida al escuchar una grave voz llamarlo.

— Mocoso, ven aquí —aquella voz ronca golpeó como cuchillas filosas en su oído. — ¿Dónde estás, niñito? —pregunta esta vez elevando el tono, de la misma manera que alertaba al menor.

Sus ojitos fueron cubiertos por una fija capa de agua salada, amenazando con abandonar sus ojos castaños y terminar en el pasto donde estaba sentado. Su voz estaba perdida en su garganta al igual que su felicidad.

Lo vio, nuevamente, ese asqueroso ser humano. Su retorcida sonrisa era la mayor causa de sus pesadillas. Era solo un niño, ¿por qué debía sufrir ese infierno?

— Maldito, te estoy llamando hace horas y no contestas, pero sabes que no puedes escapar de mí —sonrió con cinismo, acercándose hacia el castaño que seguía admirando sus manos como si fueran lo más interesantes.

Alzó su triste mirada hacia su amigo, implorando que le ayudase, pero fue en vano. Aquel hombre levantó su delicado cuerpo y lo abrazó. Su vista se mantenía aún en su amigo, el cual sólo le observaba fija y fríamente, casi sin expresión.

"Ayúdame" susurra bajito, con la esperanza de que él reaccionara y le ayudara. Pero no fue así. Se limitaba a observar con atención.

El castaño sentía su cuerpo temblar al paso de cada caricia del hombre, con sus manos rasposas pasando debajo de su ropa y haciendo que su piel se pusiera de gallina. Quería que alguien le ayudara, que lo defendiera y que lo quisiera.

Algo que no sabía, era que no estaba solo, nunca lo estuvo. Desde la casa de su vecino era observado todos los días desde la ventana. Su vecino admiraba con atención cada acción del niño, veía como jugaba con el barro y como jugaba a las escondidas, también veía como aquel hombre se lo llevaba a su casa para abusar de él. No podía hacer nada y tampoco quería hacerlo.

ιnocencιa [KookMin] BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora