Epílogo

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Hacían ya cuatro días que Jaemin no abría los ojos. Su piel bronceada se había vuelto blanca y lisa, como porcelana. La piel de Jeno ya era así desde hacen doscientos años, hay que decir que la inmortalidad le quedaba muy bien.

Jeno se sentía culpable, había convertido a su amor en algo que quería evitar. Aún así, Jeno no sentía odio hacia sí mismo. Parecía egoísta, pero sus destinos ya estaban sellados. Cuándo dos almas son gemelas, si una de ellas convierte a la otra en lo que es la primera, el hilo rojo del destino se vuelve inquebrantable.

Es lo que Jeno hizo, su hermoso Jaemin sería ahora cómo él, lo asustaba, pero al imaginarse pasar el resto de las vidas juntos, le producía cierto calor en el pecho.

El día en que Jaemin despertó, no se sentía muy diferente, pero se sentía enfermo. Vaya sorpresa se llevó al saber que estuvo inconsciente nueve días. Días en lo que su novio se preparaba mentalmente para lo que tendría que decirle, pero no tuvo el tiempo porque al menor le dió hambre, y por lo tanto, tenía que alimentarse si no quería quedar inconsciente.
Se asustó, estaba jodidamente asustado de sí mismo después de haber comido. ¿Aquello había sido él el que lo causó?
Jaemin tenía miedo, no sabía cómo iba a manejar esta nueva vida. Jeno tendría que ayudarlo. No estaba enfadado contra Jeno, después de todo, era lo que era, algo que el menor también es ahora.

Jaemin es ahora un vampiro.

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