« sᴇɢᴜɴᴅᴀ ᴘᴀʀᴛᴇ »

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Sólo hace unas horas debatía la posibilidad de hacerle compañía, casi había podido ver esos mini clones suyos tratando de decirle que hacer, uno con más razonamiento que el otro.

Estaba mal, por supuesto que lo estaba, no debía estar ahí, pero su promesa se basaba en cuidarlo y definitivamente dejar que siguiera cargando en sus hombros el recuerdo, la rompía.

Así que, aquí estaba.

A pasos lentos y sin llamar la atención avanzó entre las habitaciones que lo separaban del pequeño bar en la casa, donde Jungkook definitivamente estaría.

Su necesidad de beber hasta olvidar era casi una tradición, año tras año festejando sin interrupción alguna y causándose más daño en cambio.

Estaba harto de verlo así, tan indefenso, llorando a solas para no mandar a la mierda su reputación construida. Como si no recordará que él también se sentía culpable.

Por un momento, la duda reapareció en un latido erróneo, quería retroceder, lanzar lejos la idea que parecía buena y seguir fingiendo al día siguiente que su respiración no quedaba atorada en su garganta por reconocer la verdad detrás de ojos hinchados e irritable humor.

Aún estaba a tiempo, sólo debía volver atrás sobre los pocos pasos de trayecto, mantener su límite a raya y permanecer intacto. Lamentablemente escucharlo llorar lo mantuvo ahí, quieto, sólo escuchando el eco de los sollozos bajos y las incontables veces en las que una botella golpeaba la madera.

Respiró profundo antes de seguir, pese a las ganas horribles que tenía de salir corriendo, sólo para encontrarlo con medio cuerpo sobre la barra, botella en mano y temblores nerviosos.

— Por dios, Jungkook, ¿qué te estás haciendo? — es para si mismo, un murmullo lleno de impotencia.

Entonces escucha el nombre de quien ha provocado todo esto, las simples sílabas que sonaban dulces ahora suenan amargas como el mismo aliento del que las pronuncia.

Tragándose su propio dolor ante la mención de ella, termina por borrar el poco espacio que los separa, colocando su mano sobre el hombro del pelinegro y empezando a romper el límite permitido.

Jungkook lo mira con ojos rojos, caídos e hinchados, como había predicho, le recorre con la mirada como si no creyera que estuviese ahí y termina por hacerle perder el aliento en un segundo.

Conocía la sensación de calidez que concedían unos brazos delgados y gentiles, pero la forma en que los brazos de Jungkook le hacían sentir era diferente, era una sensación tan cálida como la que te otorgaba el sentarte frente a una fogata en noche de invierno, permanecía el pinchazo doloroso justo en medio de su pecho, pero valía la pena.

— Tae... — susurra sobre la piel de su cuello, sin saber que está provocando un escalofrío que va más allá de lo que debería.

Por suerte Jungkook está demasiado dominado por la sustancia en su cuerpo como para notar su pulso acelerado. Únicamente atiende a devolver el abrazo para hacerle saber que no era una alucinación.

Los lindos mechones negros están revueltos gracias a la probable desesperación, su camisa deja al descubierto piel nívea cubierta de alcohol escurridizo y los hermosos ojos brillan con capas transparentes de agua salada. Seis, contando está, eran las veces en que se había visto así, cinco de ellas no presenciadas por su falta de coraje.

— Sé que la extrañas, también lo hago, pero no puedes seguir haciendo esto. — hay un alivio enorme al hablar por primera vez, cuidarlo. — Debes dejarla ir, Jungkook.

— Tae... — esta vez recrimina, regaña, es difícil y lo sabe, si fuera fácil no habría yacido igual por tanto tiempo.

— Debes olvidar, sólo te estás haciendo daño. — nos estás dañando. — Ella no querría verte así.

ɪᴛ's ᴏᴋᴀʏ, ʏᴏᴜ ᴄᴀɴ ʜᴜʀᴛ ᴍᴇ. || ᴋᴏᴏᴋᴛᴀᴇDonde viven las historias. Descúbrelo ahora