Lucero del Alba.
Prefacio.
Un día nuevo. Una escuela nueva.
Todo nuevo, sobre todo después de haber perdido a mamá, Agustina (su nombre siempre me pareció bello), por la maldita enfermedad, y que papa, se volviera alcohólico a raíz de eso y de haber sufrido todas las consecuencias de su adicción. No quedaba otra. No deseaba volver al mismo colegio y que me vieran con lastima o se burlaran por todo lo que paso.
Verlo llegar a buscarme alcoholizado, gritando y tambaleando de un lado para el otro, no era la mejor experiencia para una chica de 16 años. Y saber que después llegábamos a casa y debía encerrarme en mi pieza para evitar cruzármelo enojado y evitar la violencia que venía incluida en su estado. Lo mejor que podía hacer es dejarlo solo hasta que perdiera el conocimiento en el sillón y se durmiera, mientras yo en mi cuarto lloraba y rezaba porque algún día se diera cuenta de que yo era su hija y seguía viva.
Debo reconocer que por lo menos mantenía el trabajo, lo que permitía por lo menos darme la posibilidad de ir a un colegio privado, y además, la posibilidad de elegirlo yo. Porque a esta altura después de todo lo vivido lo único que quería era terminar la secundaria, hacer una carrera universitaria y mandarme a mudar de esta bendita casa. Y aunque lo amo porque es mi padre ya no aguanto la situación, ya que cada vez se vuelve peor, empeoran los gritos y la violencia, pero para que no piensen mal de él debo admitir que solo es contra los muebles, pero todos sabemos que es cuestión de tiempo para que la cargue contra mí.
Debo estarle agradecida porque cuando le pedí cambiar de colegio no hizo preguntas, solo uno de los pocos días que por la tarde estaba sobrio fuimos hasta el nuevo colegio, “Instituto Privado Moreno”, hablo muy bien con la directora y organizamos todo para el año siguiente, con mis notas no habían problema, siempre he sido una de las mejores alumnas por lo que no había quejas y me aceptaron gustosa, endulzado todo por haber perdido a mi madre de cáncer, tener un padre viudo y otra dosis de que le gustaba mi nombre, le parecía poético:
-¿Lucero? Hermoso nombre, seguramente debe haber una historia romántica escondida en tan dulce nombre – dijo la directora del colegio, Sra. Blanca Montes.
-Elegido por mi esposa, seguramente debe haber una historia que para ella significaba algo, la verdad no lo recuerdo…. – contesto de mala gana mi padre, Román Fernandez. Con eso la cayó y solo continuamos con la entrevista y la directora viendo mis notas y completando la documentación de la inscripción. Ahora solo restaba esperar dos meses agonizantes, escondida en mi cuarto, que empezaran nuevamente las clases, mi escape de esta casa que ya no era mi hogar.