Entraste en los lugares más oscuros de mi ser y me enseñaste a volar como tú sabes.
Entraste sigilosa, despacio y abriste ese mar de oscuridad donde no cabía luz, me rozaste con tu cariño y el tacto fue ligero y sincero. Surcando esos lugares profundos, me acariciaste dibujando un 'tranquila', susurraste un 'estoy aquí' y exhalaste un 'para siempre'.
El eco de tu voz hizo sonar melodía en mi interior. En esos lugares donde el silencio era lo único que había, pero tú gritaste quedarte y en el reflejo de tu mirada juraste no dejarme.
Entraste sin pedir permiso, entraste arriesgándolo todo y de ese mar hiciste oleaje calmado y sosegado.
Entraste y me acariciaste con el parpadeo de tus ojos y tus pestañas, en mi oscuridad, entre dejaron pasar pequeños rayos de calor, haciendo de tu presencia un hogar.
Entraste y aprendí que los peores rincones, donde jamás son habitables, con la persona correcta, puede ser eternamente reconfortantes y que tú, entraste y lo mejor de todo, es que quisiste quedarte.Eternamente agradecida por no juzgarme, por enseñarme el valor de la amistad, pero no una cualquiera, sino la legítima amistad, esa famosa de la que tantos hablan, que algunos entienden pero pocos saben.