siento... 2

27 1 0
                                    


Parte 2

-te llevaré a casa

-bien

En el camino no quise decir ninguna palabra, me sentía lo suficientemente avergonzada como para empeorarlo más.

Mientras lloraba en tus brazos las miradas de los demás me señalaban, lo sé. El recuerdo desagradable no se ira en mucho tiempo.

Aunque el silencio era frío tú insistías en recompensarlo cediéndome tu calor en un abrazo que bien podría parecer extenuante, para mí era mi anestesia.

En tus brazos caí dormida, por fin descansaba entregándome al cansancio. Sé que no todo está mal, pero es como si mi mente se hubiera encaprichado de aquellos recuerdo y los mantuviera en una grabadora con la opción repetir. Sé muy bien que nada va a cambiar a menos que yo lo quiera pero la oscuridad me mantiene ciega. Debo expresar todo lo que siento y no guardarlo, lo sé.

Al abrir los ojos supe que estaba en tu casa. Ese aroma tan peculiar me encanta, me relaja.

Me froté la cabeza tratando estúpidamente de aliviar el dolor que sentía, ya no podía más con esa obscuridad que sentía en el interior, necesitaba un cigarrillo urgente para calmar el estrés, aunque sea un poco o al menos para distraerme un rato.

-estas despierta

Tu voz... la mayor parte del tiempo es calmada. Me gusta y mucho.

-sí... pensé que habías dicho que me llevarías a casa.

-lo dije, pero no podría dormir sabiendo que te dejé en esa casa sola a tu suerte. Así que te traje aquí, donde puedo cuidarte.

-ya veo.

-¿qué paso?

No otra vez, no de nuevo. Durante los últimos meses me has preguntado eso y esa maldita pregunta no deja mi mente. Ni yo lo sé.

-nada, no es nada.

Lo veo en tu mirada, sabes que miento. ¿Por qué tienes que preocuparte por mí?

-vamos a hablar y quiero que esta vez me digas la verdad. No puedes seguir así, Lo sabes.

- no quiero.

Mi voz se rompió así que callé. No quería seguir mintiendo pero tampoco sabía cómo explicarte esto sin cortarte.

Quería Salir de aquí antes de romper en llanto. Con mi cabeza a punto de estallar me deslice hasta el borde de la cama pero me volviste a acostar colocando tu peso encima de mi cuerpo. Intenté escabullirme pero tomaste mis brazos me inmovilizaste.

-no puedes seguir huyendo, natalía. ¿de qué te sirve todo eso si al final te arrepientes?

-¡y tú qué sabes de lo que pasa? Nada, no sabes nasa.

-por eso mismo. Debes contarme. Te puedo ayudar.

No quería llorar, de verdad que no pero las lágrimas son traicioneras y unas cuantas se deslizaron por mis mejillas hasta perderse...

UNA ROSA MARCHITA... Y ¡YO!Where stories live. Discover now