1. Welcome discussion

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Introducción.

Muchas veces me dijeron que el control de nuestra vida era únicamente de uno mismo. Y sin duda alguna, eso es cierto, pero lamentablemente no es mi caso.
Al rededor de 3 veces he tenido que sufrir cambios bruscos que afectan en todo aspecto en mi vida gracias a mi padrastro, Harry.

Mamá me dice “Tienes que ser agradecida, Eiza. Tienes la vida que tienes gracias a él.”
Y no puedo evitar pensar; ¿bajo a ese costo él intenta comprar mi felicidad?

—Eiza. Tu madre me pidió que subiera a decirte que bajaras a cenar.—escuché la voz de Mary detrás de la puerta de mi habitación.

—Espera.—saqué un audífono de mi oído y pausé la música. Me levanté de la cama y abrí la puerta de mi habitación, dejando ver a la amable Mary esperando atentamente mi respuesta. —Dile a mi madre que en un segundo bajo.

—Con todo respeto, Eiza. Pero te conozco más de lo que crees, y para usted un segundo es bajar cuando todos terminaron de cenar.—suspiré sonriendo mientras miraba el techo. —Debería disfrutar del tiempo de calidad que su familia le ofrece. Es una nueva ciudad, un nuevo ambiente. He leído que en Vancouver todo el tiempo está nublado y frío, es su clima favorito. No todo es malo aquí, ofrezca una oportunidad.—terminó de decirme con una sonrisa de par en par, mientras sus dos manos estaban juntas y ella mirándome. Ella era un poco más pequeña que yo de estatura, así que me miraba desde abajo.

—Bien. Bajaré.—asentí de mala gana, pero no por ella, disimulé un poco ya que es la persona a la que menos quiero tratarle mal. Solté la puerta y me dirigí a buscar mis pantuflas, que están debajo de mi cama. Son un regalo de Harry, creo que es lo mejor que me ha dado en mi vida.

Me las puse sin quitar mis calcetines y salí de mi habitación. Bajé junto con Mary las escaleras y me encontré una gran sorpresa. Nadie sentado en la mesa tenía su celular en mano.

—Hija, qué bueno que bajaste.—me dijo mi madre mientras se limpiaba con un trapo sus labios. —Creí que no lo harías.

—Era mi plan.—contesté sentándome a lado de mi hermano. Él rió por mi comentario.

—Eiza, entiendo que seas una adolescente pero empiezo a pensar que el mal humor que tienes todo el tiempo es por que tú quieres.—aquí vamos de nuevo, mamá.

—Ehhhm.—mi hermano interrumpió una discusión que estaba a punto de comenzar. —¿Estaremos en la escuela que está cerca de por aquí, mamá?

—¿Estaremos?—pregunté mirando a mamá.

—Sí, es una buena escuela. Es una escuela católica, creo que está familia no es la más apegada a la religión pero esa es la mejor opción.—miré desesperada a ver a Harry, no había dicho nada desde hace rato y simplemente comía. —Oí que ahí estudia el...

—No. Siempre he estudiado en casa, ¿por qué la necesidad de estar en cuatro paredes con 20 idiotas que sólo quieren ir a ligar?—le reclamé a mi madre. —Dylan, ¿estás de acuerdo con ir a una maldita escuela?—volteé a mirarlo, él tenía la mirada fija en mí. Parecía querer decir algo, pero las palabras no salían de su boca.

—Pienso igual que tú. Pero jamás le hemos dado la oportunidad a la escuela, no veo porque no.—puse la mano en mi frente. Esto era increíble. —Eiza, estaremos juntos. Sólo dale una oportunidad. Yo te cuidaré.

—¿Esto es idea de Harry?—pregunté fríamente a mamá. Ella no decía nada, simplemente tenía su mano sosteniendo el tenedor con un pedazo de carne. —Bien.

—Eiza. No podemos vivir con el pasado atormentandonos. Eso no es vivir. La escuela es increíble y es una etapa que nada puede suplantar. Yo sólo quiero lo mejor para ti.

El mundo se paró para mí.

—No puede ser...—susurró Dylan.

—¿Él lo sabe?—mi mamá no me contestaba. Simplemente tenía su mirada fija a mí, parecía estar asustada. —¿De verdad?—solté molesta y empujé la silla hacia atrás. —Esto es el colmo.

Me paré más que enojada de ahí, era lo único que me faltaba. Qué mi propia madre cuente los secretos de su hija.

—¡Eiza!—gritó Dylan.

—¡Eiza, es demasiado tarde, no se te ocurra salir de aquí!—gritó mi madre.

Demasiado tarde, ya había azotado la puerta.

Me puse la sudadera que había tomado del sillón antes de salir, sabía que era de Dylan y no tendría problemas.
Comencé a caminar por el vecindario, era realmente lindo, pero mi cabeza no daba para más. Simplemente estaba enojada y el nudo en mi garganta no desaparecería hasta que lograra desahogarme, pero estoy sola en esta maldita ciudad. Así que sólo queda relajarme, que en realidad sólo sirve para un rato.

Logré distraerme un poco mirando las casas. La nuestra estaba al final de la calle, cómo siempre, Harry comprando lo más caro y lujoso posible. A medida que iba caminando, me encontraba con las típicas casas que se ven en televisión. Son realmente lindas, siempre me gustaron.
Apesar de que viví en Estados Unidos la mayor parte de mi vida, jamás pude estar en una casa cómo las que siempre veía en películas. Recuerdo que mi sueño ideal era vivir en un vecindario como el de Tiana, de “La Princesa y el Sapo”. Realmente me gustaba.

El vecindario era muy amplio y grande, estoy segura que necesitaría 30 minutos para recorrerlo todo. El clima era bastante frío y eso me gustaba, pero me hacía falta un café. Mi cara estaba congelandose y levanté el gorro de la sudadera, acto seguido comenzó a nevar.

—Vaya, es la sudadera de la buena suerte.

Sabía que mi nariz estaba más roja que un tomate y que probablemente me enfermaría por estar aquí afuera, pero estar en el frío es un mejor ambiente que dentro de esa casa. Quizá lo único bueno de mi vida es Dylan, y mi madre, pero toda la atención que tiene para ofrecer ahora es para su nuevo hijo, del que actualmente está embarazada. Lleva sólo semanas, pero pareciera que nacerá mañana, ya tiene lista la ropa para el bebé. Y nisiquiera sabe cuál es el sexo, compró ropa de niño y niña.
Quizá se esté echando mala suerte y tendrá gemelos.

Estaba hundida en mis pensamientos, nisiquiera me di cuenta de cuándo dejé de mirar las casas y simplemente caminaba con la mirada baja. Tenía razón en que necesitaría 30 minutos para recorrer el vecindario.

Una casa en particular llamó mi atención, era realmente linda. Estaba llena de nieve, pero eso le daba su encanto. Era grande, quizá me perdí de todo y ya llegué al otro lado de mi casa.

Mientras miraba, se me escapó un estornudo. Mierda, una mala señal. Me iba a enfermar. Cerré mis ojos aún con mis manos en la nariz. Quizá hubiera sido mejor quedarme en mi casa, no me encanta tener resfriado y tener que estar tomando té todo el tiempo para que mi garganta dejé de arder.

—Salud.—escuche la voz de alguien, casi me mata del susto.

Things that nobody should know about me » {F.W}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora