Peter miró con nerviosismo la entrada de la elegante mansión, donde en esos momentos se instalaban la señora Stark y su hija, dos de las pocas personas que estaba seguro comprendían lo perdido que se sentía. Por mucho que se había esforzado en continuar, resultaba bastante difícil. Era como despertar y haber perdido una parte en lo parecía ser solo un sueño.
Se había logrado, sí, pero ¿a qué precio?
Al señor Stark no le había importado, lo sabía, pero eso no quitaba lo doloroso y difícil que estaba resultando.
―Entra, muchacho. ―Miró por encima de su hombro, Harol estaba con medio cuerpo fuera del auto, en el que algunas horas atrás lo había estado esperando a la salida de su escuela, para decirle que ella necesitaba hablar con él.
Su mano tocó la mochila que llevaba acuestas, dentro estaba su traje. Temía que el motivo por el que hubiera pedido verlo fuera para pedirle que lo devolviera. Quería negarse, si ese era el caso, pero técnicamente ahora le pertenecía a ella, como el resto de las cosas que habían sido del señor Stark.
Avanzo, recorriendo el caminillo de piedras y subiendo los peldaños de la entrada. De acuerdo con Harol, la señora Stark había optado por regresar a la ciudad, ya que existían muchas cosas que debían ser atendidas.
―Tú puedes hacerlo ―se dio ánimos, tomando un profundo suspiro, antes de tocar el timbre.
Se estrujó las manos con nerviosismo, muchos escenarios venían a su mente. Escuchó el motor cobrar vida y giró para ver el auto perderse detrás de la casa. Estaba solo.
La puerta se abrió y le sorprendió ver que era ella quien se encontraba al otro lado.
―Señora... Stark ―balbuceó, debatiéndose entre ofrecerle su mano o hacer una inclinación respetuosa. Ninguna parecía apropiada.
Ella se veía cansada, círculos negros debajo de sus ojos, su rostro pálido, pero le dedico una pequeña sonrisa.
―Llámame Pepper, Peter. Pasa, te esperaba. ―Se apartó, haciéndole gestos para que la siguiera al interior.
―Si... Lo siento, estaba en clases y luego tuvimos que pasar a la casa de mi tía y... ―Guardó silencio, cuando se percató que estaba hablando de más―. Lo siento.
―No pasa nada. Vamos. ―Cerró la puerta y se dejó conducir hasta la sala. La casa era grande, vio algunas fotos del señor Stark y de ellos juntos, pero sus ojos se quedaron en una en especial. Era él y su hija junto a un lago. Un nudo bloqueó su garganta. Él había perdido a su mentor y amigo, pero esa pequeña niña había perdido a su padre y él se hacia una idea de lo que sentía―. Fue una de sus ultimas fotos juntos ―explicó ella, con un pequeño suspiro, instalándose en uno de los sillones.
―Ah... ―No tenía palabras y suponía que hablar de él, le resultaba difícil, así que solo asintió y se acomodó en el asiento frente a ella.
―¿Cómo estás, Peter? ―preguntó tomando de nuevo con la guardia abajo. Debería ser él quien lo dijera, pero... no era bueno en eso.
Lo que si se hacía más claro mientras más tiempo pasaba, eran los pensamientos sobre ellas. Sentía que debía cuidar de ambas, como estaba seguro le habría gustado al señor Stark.
Ignoraba si podía hacerlo, ya que hasta el momento había sido incapaz de proteger del todo a aquellos que amaba, pero se esforzaría, mejoraría y lo haría. Por él, por ellas, por todos los que creían y los inocentes.
No había tenido noticias del resto del grupo, parecía que cada uno optara por llevar su dolor a su propia manera y aunque le hubiera gustado tener alguien con quien contar, no les culpaba. Él mismo luchaba por ponerse al día.