Ese día, abrió los ojos a mediados de la mañana con una jaqueca fatal, su mujer ya no estaba en la recámara, lo que haría que la pobre se metiera en problemas debido a que debería esperarlo en la cama hasta que el despertara para cumplir sus necesidades carnales matutinas.
— maldita sea, se dijo el Rey quedando sentado a la orilla de la cama, tenía un sabor horrible en la boca, —Esta es la última vez que tomo tanto, se limpió las lagañas y agitó la campanilla que tenía en la mesa para que vinieran a asearlo y prepararlo para el día.
Con extrañeza notó que su moza no le seguía la típica plática mientras este era bañado y vestido. «estas mujeres y sus días impuros me tienen harto».
Con un humor de perros, como era de costumbre del Rey, se dirigió a la sala principal donde debía escuchar las peticiones del pueblo, que normalmente resultaba muy intimidado por la severidad de su mandato, en el camino notó que todo estaba en silencio (lo normal era escuchar un sin número de saludos, reverencias y elogios por parte de su personal).
La sala principal estaba casi vacía, al entrar el rey todos se pusieron de pie, pero de nuevo notó que no le dirigían la mirada y se mostraban con ojos llorosos.
El Rey tomó asiento en su silla y movió su mano derecha dando la indicación de que podían iniciar con los comunicados.
— Señor, dijo el general con una mirada de odio — hemos finalizado con la matanza de todos los niños menores de dos años. —¿De qué demonios me hablas? contestó Herodes mientras apretaba su frente con su mano izquierda para contener el dolor de cabeza que tenía.
El sargento sorprendido por la respuesta del Rey se acercó al trono para explicar su último mandato — Señor, comenzó a decir el hombre con una voz llena de coraje mientras apretaba los puños — el día de ayer durante el banquete usted indicó en que tenía que liquidar al "hijo de Dios" y que la única manera que estaría seguro era matando a todos los recién nacidos de la ciudad, insistió tanto que hasta mandó despertar al concejo para asegurar que se hiciera esa misma noche.
Herodes retiró su mano de la cabeza mostrando su cara muy blanca por la sorpresa, poco a poco empezó a recordar las escenas de la cena anterior.
Flashazos de los recuerdos de la noche bombardearon su cabeza "Todos reunidos en el banquete brindando por el excelente reinado del Rey", "Herodes metiendo mano bajo las faldas de su mujer mientras ella trataba de detenerlo en medio de la cena", "jarra tras jarra de vino que seguían sirviendo en las mesas mientras desaparecían rápidamente por los invitados", "el Rey hablando ya muy borracho mientras que todos lo veían con mirada incrédula", "las expresiones de terror que pusieron los miembros del concejo mientras Herodes exigía que cumpliera su orden".
— Era una broma, murmuró Herodes, — estaba jugando, ¿cómo es posible que de verdad me hicieran caso? ¿matar a los niños? eso es de locos.
El sargento miró a Herodes con desprecio «Usted es el Rey y debemos de hacer lo que nos diga», así fue como nos amenazó ayer en la noche a todo el consejo, con una mirada de desprecio escupió al suelo y sin pedir permiso salió de la sala.
En ese momento los pocos asistentes a la sesión se retiraron de sus butacas murmurando y la sala quedó en completo silencio.
— Era una broma, repetía el Rey casi gritando, solo estaba haciéndome el gracioso, no pensé que en verdad iban a hacer esa semejante tontería.
Un río de lágrimas fluía de los ojos rojos de Herodes, sin pensarlo esta "broma" sería la más recordada por los siglos de los siglos.
Eduardo Nápoles (2018-12-28)